Vinilos… (XXIII) “Blood on he tracks”, Bob Dylan

Cuanto mas tiempo pasa las leyendas crecen y alrededor de Bob Dylan (Robert Allen Zimmerman, 1941, Duluth, Minesota) hay muchas, nunca se sabe si demasiadas. Una de ellas cuenta que Jakob, el hijo que tuvo con su Sara, su primera esposa, decía que “Blood on the tracks” eran las palabras de sus padres hablando con motivo de su separación, aunque el poeta norteamericano siempre negó que su álbum de regreso a Columbia (CBS) fuera autobiográfico. En cualquier caso mas allá de anécdotas y leyendas, el decimoquinto álbum del Nobel de Literatura de 2016 supuso en 1975 todo un acontecimiento en la industria musical por lo que significaba el artista y la calidad del disco. Un LP que llegó acompañado de duros y arduos trabajos hasta llegar al resultado final.

La Columbia le pidió Pete Hamill, periodista y escritor, colaborador del New York Times un texto para incluirlo en la contra de la carpeta del LP dada la repercusión del disco. En ella Hamill celebraba la calidad de las nuevas creaciones del artista resaltando algunos aspectos de la cultura y situación norteamericana saliendo del drama que supuso la guerra del sudeste asiático: “ Vivimos en un paisaje humeante mientras las exhaustas tropas buscan el camino de regreso a casa. Las señales indicadoras han sido destrozadas y los mapas son confusos. No existe un político capaz de dar esperanzas a alguien…. Vivimos con una muralla alrededor del corazón. Solo los artistas la pueden hacer desaparecer. Solo los artistas pueden hacer que la pobre tierra vuelva a sentir”. Hay que recordar que veníamos del final de una guerra en la que los todopoderosos USA tuvieron que salir derrotados del sudeste asiático. Un final que creó mala conciencia y trauma en la ciudadanía norteamericana.

En esas estamos cuando Dylan recurre a varios amigos para convencerles en formar parte del proyecto. Enseña las canciones a Neil Young, David Crosby, Graham Nash, Stephen Stills, Tim Drummond y Peter Rowan. Parece que Stills menospreció la calidad musical de Dylan. Contactó con Mike Bloomfield, guitarrista con quien había trabajado en Highway 61 Revisited, pero a Bloomfield tampoco le convencieron. Al final, Dylan decidió grabar con diferentes músicos e incluyó arreglos acústicos para todas sus canciones.

Dylan quería un tratamiento fresco y espontáneo de las canciones y encontró en Phil Ramone, el técnico de grabación adecuado aunque tardaron en ponerse de acuerdo. Eric Weissberg y su grupo, Deliverance, entraron a formar parte del proyecto como músicos de sesión. Dylan se quedó con el bajista Tony Brown y añadió al organista Paul Griffin y al guitarrista Buddy Cage. En noviembre había una grabación definitiva en acetato –entonces era la primera prueba que se recogía en ese master antes de enviar a fabrica- pero cuando estaba a punto de decidirse la fecha de salida del disco Dylan volvió a grabar varias canciones en los Sound 80 Studios de Minneapolis utilizando a varios músicos locales contratados por su hermano, David Zimmerman entre el 27 y 30 de diciembre. Todo una auténtica locura. Mucho se discutió sobre los caprichos del artista, y siempre hubo críticos para denostar o alabar la obra, pero lo que realmente contaba era que el creador de la obra no terminaba de estar satisfecho con el resultado, y hasta que no le convenció no dio el visto bueno. Esas últimas incorporaciones de los músicos de Minneapolis no quedaron registradas en los créditos del disco porque CBS ya había encargado la primera carpeta de originales, contaba Diego A, Manrique en el texto que le encargo CBS en España para presentar el disco en nuestro país.

Todo ese trajín resultaba una auténtica locura si además tenemos en cuenta la situación anímica personal de Dylan. Son canciones llenas de amargura, ira, y soledad. En ese tipo de situaciones surgen creaciones como las de “Blood on the tracks”. Regresando al texto de Hamill, éste termina con una frase que encierra un gran sentido de la creación artística “El arte totalitario dice lo que debemos sentir, el arte de Dylan es sentimiento y nos invita a compartir”. Además del texto del periodista de NY Times, Dylan incluyó un dibujo del pintor francés David Oppenheim.

Las diez canciones han pasado a la historia de Dylan como parte de sus mejores creaciones pero la crítica siempre destacó por encima de todas ellas “Tangled up in blue”, “Lily, Rosamary and the jack of hearts”, “You’re gonna make me lone some when you go” y “If you see her, say hello”. Finalmente se publicó el 17 de Enero de 1975. La revista Rolling Stone colocó “Blood on the Tracks” en el Top-16 de una lista de los 500 mejores álbumes de todos los tiempos. Alcanzó el doble platino en USA. El LP alcanzó el primer puesto en el Hot 200 de Billboard. En el Reino Unido llegó al cuarto puesto de los mas vendidos.


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