Una noche de otoño (VIII)

Por fin ante ella

Querido Joaquín:

Antes de contarte cómo ha empezado el verano quiero escribirte sobre el concierto del 40 Aniversario de Los 40 del pasado 17 de junio. Sé que desde donde te encuentres lo viste y, en cualquier caso, lo hiciste desde nuestros corazones, principalmente el momento en el que Alejandro Sanz te homenajeó al piano.


Esa noche fui feliz por ti a pesar de que ella no pudo venir. Estaba decidida a hacerlo, pero su mejor amiga había sufrido un golpe muy duro, y tuvo que quedarse en Mallorca, aunque fue ella quien la animó para escaparse ambas a Madrid. ¿Te imaginas lo que podría haber sido estar juntos los tres viendo el concierto? Lo habrían disfrutado desde dentro y habrían conocido a algunos de los artistas, pero lo mejor habría sido ella, su presencia, compartiendo esos momentos mágicos, y a su amiga le habría servido para olvidar por unas horas ese mal momento que estaba pasando. El 14 de Agosto vienen los Stones a Valladolid y espero que para entonces pueda venir.

Por fin

En la T4 de nuevo
Eran las 11 de la mañana de un día radiante de luz y sol –ella lo ilumina todo- cuando llegué a la T4 y en esta ocasión no sonó el móvil. Iba a la aventura sin avisar porque en las dos ocasiones anteriores en las que lo hice se truncó nuestro encuentro.

El viaje se hizo rápido; cuando quise darme cuenta había llegado. El ensimismamiento en el que me había introducido hizo que no fuera consciente de los escasos 75 minutos que dura el vuelo. Las palabras del comandante hicieron que me fijara sobre la ciudad. Recordaba, y soñaba, viejas y nuevas sensaciones mil veces.

Al llegar al edificio de la terminal los nervios no me dejaban acertar con la agenda del móvil para seleccionar su número así que intenté relajarme, respiré hondo y marqué.

Tras las primeras palabras que se agolpaban en el cerebro y peleaban por salir precipitadamente pude, tras esos minutos de nervios e intensos, establecer una conversación normal y quedamos para comer. El encuentro sería en el mismo sitio en el que estuve la primera vez que fui a Palma. La hora; las dos y media; el lugar; “El caballito de mar”.

Le pedí al taxista que me dejara en el mismo lugar que la primera vez, El Capuccino. Allí repetí el mismo rito, me senté en la misma mesa, pedí el café y saqué un libro. Esta vez el libro no podía ser mas adecuado: recordando la adolescencia releía “La isla del tesoro” de R. L. Stevenson.

Un capuccino

Sumido en la lectura, de espaldas a la entrada que da a las escaleras que llevan a la Catedral, no me percibí de su llegada hasta que se situó frente a mi y esperó a que levantara la vista del libro para dedicarme una amplía y maravillosa sonrisa que inundó mi corazón.

Intenté que no se me notaran los nervios y quise cerrar pausadamente el libro mientras me levantaba para tenderle la mano al tiempo que me acercaba para –esta vez si- darle un beso en su suave y cálida mejilla. Estaba más atractiva, mas morena y radiante. El pelo lo tenía algo mas largo, pero con ese brillo y tono castaño que recordaba, pero ahora mas hermoso a la luz del día.

Llevaba una blusa blanca de mangas cortas abullonadas y un pantalón negro, liso, que caía recto sobre unos zapatos de tacón mediano del mismo color. Pidió un vino de la tierra y tras preguntarme por el viaje hablamos del trabajo de esos días. Respiraba hondo para intentar relajar mi excitación.

El Caballito de mar
Fuimos al restaurante que ya conocía de mi viaje anterior desde el que se disfrutaba de las vistas del puerto marítimo y el paseo. Hasta la mesa llegaban los aromas marinos de su isla, su bendita y maravillosa isla.

La veía y me parecía imposible que estuviera ahí, conmigo, hablando como aquella noche de otoño que nos conocimos. Al sentarse de espaldas al sol pude disfrutar de los mil y un contrastes de su pelo. Hablaba, yo escuchaba… me contaba de sus viajes, trabajo, actos, cursos, oposiciones… Me fijaba en cada gesto de sus manos –las mueve poco, pero con delicadeza- o los ligeros movimientos de su cabeza cuando me preguntaba sobre la radio o la música, por los personajes que había conocido... Me quedaba en silencio embebido, atontado, admirando su belleza y mi mente navegaba por los mares de los sueños irrealizables.

Tras los cafés paseamos por la Almudaima. El paso era lento, la temperatura perfecta, su voz se había vuelto mas suave y cadenciosa, nos mirábamos cuando se producían los silencios de la emoción y no nos atrevíamos ni siquiera a rozarnos con las manos. La emoción me tenía totalmente embriagado en un éxtasis imposible de describir. Eran momentos y sensaciones que no sabía si se iban a repetir y quería guardarlos en mi mente y en mi corazón.

El faro

Me llevó a su barca; me dijo que tenía un regalo para mi -¿otro? me dije-. Cuando quise darme cuenta el bote se encontraba sobre un maravilloso mar en calma en un lugar que me resultaba familiar.

No lo podía creer. Allí estaba el faro, el lugar del que me había hablado como su lugar de pesca, su escondite y refugio. No podía regalarme algo mas maravilloso. En ese momento deseé morir de placer… 


Que inmensa belleza tenia ante mis ojos; Su faro, su mar, su bahía, su barca… ella frente a mí. Hermosa como nunca, transfigurada en el ser mas bello, hermoso y radiante, solo para mi. El sol del crepúsculo resaltando el tono dorado de sus reflejos… La amaba intensamente...


Lloré…

“Buenos días, son las seis de la mañana, las cinco en Canarias. Hoy por hoy, Cadena SER, Carles Francino”.
***

La almohada está húmeda, tengo los ojos irritados… Estoy llorando con una sensación extraña, agridulce… Pero si aquello era real, estaba allí, había sucedido…

Sé que será imposible, pero a veces los sueños nos animan a vivir y a seguir adelante.

Es 17 de julio; esta tarde he paseado por la Plaza Mayor, la calle Mayor, la Puerta del Sol, Arenal, Ópera, Plaza de Oriente… He sentido su presencia, me hubiera gustado que fuera real y no solo un sentimiento, coger su mano, comentándole cosas de las calles y plazas de la ciudad que en otra época amé. Solo deseo que algún día esos sueños y deseos sean reales.


Un abrazo amigo,

Johnny
* * *

Marinera: Soy un sentimental -lo sé-, en ocasiones iluso y excesivamente romántico, pero ya ves, lo que empezó siendo unos relatos en forma de carta dirigidos a ti a través de Joaquín, se han ido convirtiendo en una serie de capítulos que me hacen revivir los momentos que hemos compartido para, no solo retenerlos en la memoria, si no que permanezcan con la mayor cantidad de detalles y nitidez para no olvidar jamás.

Hay momentos, experiencias, situaciones, películas, canciones,… que al vivirlos, verlos o escucharlos, al sentirlas dentro, me dejo llevar por la emoción y sueño e imagino un mundo maravilloso de miradas, paseos, veladas, caricias, diversiones, conversaciones, pasiones y complicidades.

Otros momentos deliciosos son los que en forma de email o llamada telefónica te manifiestas, tomas forma en texto, voz o imagen. Y siempre me pregunto: ¿Cómo es posible que exista un ser tan maravilloso y encantador; un espíritu tan libre y delicioso y yo haya tenido la fortuna de conocer?

Es en esos momentos cuando me doy cuenta de que soy alguien inmensamente afortunado y desaparecen de mi mente los malos rollos, problemas y dificultades de cada día y mi mente se marcha, se evade de la prisión de la cotidianidad para navegar por el mar de las ilusiones y entonces…

Sueño con mil y un mundos por descubrir, maravillosos, luminosos y radiantes, dulces y salados, frescos y cálidos… En una isla de los mares del sur desierta, en el centro de Londres, París o Nueva York; en una casa nórdica en medio de un prado nevado mirando a través de los cristales mientras el calor de la chimenea nos reconforta; o en una terraza del edificio mas alto de cualquier ciudad con sus luces a nuestros pies sentados frente a frente en una cena íntima iluminada por dos velas rojas y saboreando un Ribera de Duero.

Son esas sensaciones, situaciones, sueños que en ocasiones me invaden y quisiera compartir contigo. Como sé que no es posible me queda soñar e imaginar como seria cada uno de esos instantes y eso me hace inmensamente feliz. 

Gracias por ser como eres. A veces el destino nos regala con la presencia de ángeles para premiarnos por algo que hemos hecho y yo he debido hacer algo extraordinario. Esto tenía que decírtelo directamente a ti sin la intermediación de Joaquín -disculpa amigo pero sé que lo entenderás- porque necesitaba trasladarte toda mi emotividad personalmente.

Un beso y cuídate,

Juan

(Continuará)

Próximo capítulo 29-11-2011: Un verano intenso

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