Una noche de Otoño (V)

Navidad

Vi su cara a través del sonido de su voz. Estuve “acompañándola” desde ese momento hasta que hablamos al día siguiente. Fue mágico porque sentía hasta su respiración acelerada durante todo el concierto. Ví como se hacía las fotos, como hablaba con él, como cantó las canciones del concierto y lo mal que durmió, el madrugón, el viaje de regreso a su isla y a la mañana siguiente aún le costaba respirar cuando emocionada me agradecía el regalo y me daba cuenta de los detalles del concierto.

Bublé en Barcelona
El 13 fue el concierto en el “Madrid Arena” de la Casa de Campo y desde entonces cuando paso por delante me vienen los dos a la memoria. Podría hacerte la crónica del concierto como hacíamos en El Gran Musical. Llegué una hora antes. Tenía una buena localidad en el lateral y pude hablar con Lucas durante un rato para agradecerle el detalle con la Marinera.
  
Bublé en Madrid
Ahora era ella quien me acompañaba; sentí su compañía, percibí su presencia. Hubo un momento mágico porque durante el “hapenning” que hace durante la actuación recorriendo el auditorio saludando al público pasó a mi lado, se paró –debió sentir la presencia de ella- se volvió, nos miramos, me saludó, le conteste y nos dimos la mano.

Al día siguiente mantuvimos la conversación mas larga desde nuestro encuentro, no paramos de hablar durante toda la mañana de los conciertos y sus discos. Me reconoció que siempre se arrepentirá de no haber venido a Madrid, y que me confirmó que “estuvo a mi lado viviendo la actuación”. A ella la había conquistado hacía mucho tiempo, pero a mi lo hizo la noche anterior; ¡que bueno es Joaquín, que bueno es, como te habría gustado!

Una semana después me envió las fotos que se hicieron en Barcelona. La víspera de Navidad le envié la suya en un marco de plata con una serie de tarjetas y envoltorios que iban creando un suspense provocándole ansiedad por llegar al final del objeto del deseo desconocido. Fue divertido prepararlo. Le pedí que no lo abriera hasta la noche del 24 a las 12, pero me reconoció que no pudo resistir.

El cenit

La cencellada invernal en Campo Grande (Valladolid)
Esa navidad fue especial porque me confesó los malos recuerdos y momentos que le traen esa fecha. Quise que sintiera mi compañía y apoyo intercambiando varios mensajes durante la noche. Me llamó la tarde de Navidad y volvimos a hablar el lunes. Le dije que me tomaba vacaciones hasta el día 2, que pasaría algún día en Valladolid con mis amigos y nos contamos los planes del fin de año.

Al regresar a la radio tras el Año Nuevo me encontré un paquete en la mesa; el envío tenía fecha de 23 de Diciembre. Era un libro sobre la cocina en los conventos de Mallorca y una agenda.  

Joaquín; Empezaba a sentir cosas como hacía mucho tiempo que no experimentaba. Momentos maravillosos, mariposas en el estómago…, no quería confundirme, pero llegó el día de Reyes. Yo había pensado en obsequiarle algo pero me pareció mas prudente no hacerlo; no quería agobiarla ni que se sintiera obligada a nada, pero…

Recibí un nuevo paquete el día 7 y al abrirlo me dejó noqueado, sentí un calor interno que me invadió y sentí un ligero mareo. Era una caja pequeña de color azul oscuro y dentro había ¡un reloj!, pero no un reloj cualquiera. Me dejó sin palabras. Tú sabes como me han gustado siempre los relojes. Le llamé emocionado. Por una vez era ella quien hablaba, yo solo podía agradecérselo una y otra vez. Me dejo sin palabras. Solo utilizo ese reloj. Cuando lo miro sigo quedándome sin palabras. Bajé a ver a Hélène con el corazón desbocado dejándome sin respirar, y como siempre me serenó hablando suave con ese delicioso -y casi imperceptible- acento francés, y con la experiencia de lo vivido.

Una tarde de finales de Enero entré en la Casa del Libro para ver las últimas novedades y me encontré de repente con algo que me llamó la atención y sin pensarlo decidó comprárselo. Era un libro fantástico de fotos marinas y veleros. Dos días después lo tenía en su mesa. “Has acertado plenamente”, me dijo. Era una locura de placer vivir en esa nube a la que me había transportado una noche de otoño, y en ella me mantenía decorándola con emociones cada día.

Deseaba ir a Palma, me apetecía verla y comprobar si lo que yo estaba empezando a sentir a través de los correos, las conversaciones telefónicas y la distancia, era real o ilusión. Y surgió la oportunidad porque a primeros de marzo tenía que ir a Mallorca a una reunión. La fecha era perfecta, el 8 de marzo, pero no le quise decir nada porque faltaba mucho tiempo.

La melodía baja suavemente

Una gran película para escapar
A principios de febrero me dijo que se iba a tomar una semana de vacaciones. Hablamos de nuestras respectivas relaciones personales y me confesó que hacía tiempo que había salido de una mala relación de varios años y no quería comprometerse con nadie y disfrutar de libertad. Ese día entendí muchas de las cosas que me había ido contando anteriormente y también me sinceré con ella hablándole de mi situación y los pasos que iba a dar en las semanas y meses siguientes porque mientras una parte de mi vida empezaba a nacer hacía tiempo que otra había muerto definitivamente. Algo muy grande había empezado a cambiar y su aparición en mi vida motivó un giro radical, ya nada iba a ser igual.

Los días de su viaje me distraje; fui al cine a disfrutar de una obra magnífica, que se debería proyectar en todas las facultades de periodismo, "Buenas noches y buena suerte" y salí a cenar con amigos. Sentir la compañía, el calor, la comprensión y amistad de Hélène hizo que su ausencia se hiciera mas llevadera. No te puedes imaginar como me ha ayudado, ¡que gran amiga es!, como se porta conmigo y que suerte tengo de que se haya cruzado en mi vida, y en este momento. Creo que he encontrado en ella la amistad que perdí al marcharte y pienso que es uno de los regalos que me dejaste como despedida. Lo cierto es que ambos nos hemos ayudado mucho porque ella también tiene una situación muy difícil y en la medida de lo posible intento apoyarle y escucharle, pero nada comparable con la que ella me da a mi.

A pesar de todo esa ausencia, me dolía, me escocía y hacía que mi mente divagara, se fuera, no podía soportar tanto silencio después de tres meses de contacto diario. Estaba a punto de explotar así que me fui allí dónde me relajo, me sereno y siento la paz; me fui a la casa de la playa para allí frente al Mediterráneo, su mar y el mío, pensar, meditar y escuchar los consejos de Benja.




 Decidí que era el momento del reencuentro. El 8 de marzo iba a verla.


(Continuará)

Próximo capítulo Un día en Sa Roqueta*

* Así llaman los mallorquines a su isla

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