Maruchi, Marijé,... Mamá
¡Que
grande y profunda es la soledad cuando tu madre se va, que inmenso vacío!
El pasado domingo 2 de
diciembre a las dos y diez de la tarde, veintiocho días antes de cumplir 89 años
Maruchi, Marijé,... Mamá pasó a ser inmortal.
Fue la tercera de siete hermanos aunque fallecieron muy pronto los dos primeros siendo finalmente cinco y convirtiéndose por tanto en la mayor. Perdió a
sus padres en una semana, su madre el 19 de noviembre de 1936 y su padre -al
que adoraba- el 24 tras darle “el paseo” por Paracuellos. A los doce años Maruchi -así la llamaban en su familia- se quedó sola junto a sus cuatro hermanos (Enrique, Luis, Tica y Menchu) y una de las hermanas de su madre “la tieta Beniteta”, una tarraconense de Falset dura pero íntegra, que se encargó
de la educación de los niños.
Se casó a los 24 años con su
amigo de toda la vida -se conocían desde niños- al que dedicó una de las mas
hermosas frases que he leído: No busques
en mi la belleza física si quieres ser feliz. Marijé –así la llamaba mi
padre- tuvo con él cinco hijos y “sufrió” –si, sufrió, digo bien porque amaba a
los niños- cuatro abortos. Todas las madres son ejemplares, pero si algún
día hay que hacer un monumento a la madre por excelencia ella sería el modelo. Su entrega fue plena y total.
Tras la boda con papá |
Tuvo a todos sus hijos (la nena, yo, Jesús, Carlos y Alfonso) mientras vivíamos en el ático de Marqués de Urquijo semi-esquina a Rosales que
compartíamos con los abuelitos, gracias a lo cual pudo seguir trabajando en su
amada Telefónica hasta que nació Alfonso. Encontraba tiempo para llevarnos al
Parque del Oeste a jugar al escondite, saltar a la comba, coger piñones
o enseñarnos a montar en la bicicleta ”encarnada”, o llevarnos algunas tardes
de asueto a merendar a la cafetería de SEPU con una barra a la que era casi
imposible alcanzar.
Cuando nos mudamos a la casa
del Hogar del Empleado -en Doctor Esquerdo- que tardaron mas de 12 años en entregar, cambió los papeles de oficinista por los de ama de casa. Los mayores entrábamos en la adolescencia y mamá y papá se encargaron de darnos
la educación adecuada en todos los aspectos, también en lo sexual, no la de la época,
no, si no la adecuada para no tener que “investigar” por nuestra cuenta.
Se integró junto a papá en
el Movimiento Familiar Cristiano que celebraba reuniones mensuales, primero
en la parroquia de la Estrella en la calle de la Lira y mas tarde en San
Estanislao de Kostka. En ocasiones nos invitaban a la nena y a mí junto a los hijos de otros miembros del grupo para conocer la opinión de la juventud en
aquellos años 60. A pesar de las diferencia de opiniones nos expresábamos con total
libertad, la misma teníamos en el Colegio Montserrat, una libertad que no se
conocía en el resto del país.
Pero si algo destacaba sobre
todo en mamá era el altísimo valor que tenía por la justicia y la claridad y sinceridad con que se expresaba. Era una mujer que decía siempre lo que pensaba pero lo hacía con cariño y sin faltar al respeto algo que desarmaba en muchas ocasiones a quien la interpelaba. Me extrañaba
que la imagen de la justicia se presentara con una mujer de ojos vendados
porque mamá era su viva imagen, y yo la conocía. Era una mujer muy solidaria que se involucraba en todas las
actividades en las que podía prestar apoyo a quien lo necesitara.
Le gustaba el fútbol, era
una madridista tan fiel que no soportaba ver perder a su Real Madrid, aunque
llegado el caso alabara al rival, pero nunca la oirías despotricar contra el árbitro,
si se equivocaba o había una injusticia, lo mas que le podía llamar al referee
era “cucaracha”, pero no permitía que nadie se metiera con “su madre”. No le
gustaba la vulgaridad ni el insulto.
Cuando hablaba con amigos y
compañeros sobre las difíciles relaciones que ellos tenían con sus padres me
sorprendía, y a veces deseaba que fueran los míos igual de complicados para
tener motivos de queja. Si llegábamos tarde a casa y papá se preocupaba y no
dormía, ella le tranquilizaba diciendo que confiara en nosotros, que nada malo
nos podía pasar, pero al día siguiente nos hacía ver lo mal que lo pasaba vuestro
padre.
Mis amigos la adoraban; ya fueran los compañeros del colegio, del barrio o de la facultad siempre tenía tiempo para ellos. Los invitaba a comer pero con la condición -le decía- de no preparar nada diferente para no molestarla y, ya fueran Javier, Romualdo o hasta el propio Perales no encontraban momento para irse porque disfrutaban con su locuacidad. Hablaban y hablaban y yo les miraba
Su fe cristiana era
conmovedora y ejemplar; en los peores momentos sabía serenar a todos para enseñarnos
a asumir las “pruebas que –decía- Díos nos mandaba”. Así afrontó cada revés que
la vida le fue dando. Pero sabía disfrutar de las cosas mas pequeñas ya fuera
unas largas vacaciones o veraneo, de un cocido o hasta de un aprobado que le
lleváramos. Era una mujer fácil de querer y de ahí que la llamaran para formar
parte de las reuniones de Stanhome, Thermomix o Tupperware, o para que formara
parte del grupo de mujeres que acudían mensualmente a la Adoración Nocturna.
En la enfermedad se sobreponía
y nos seguía dando ejemplo, pero la forma de afrontar la marcha, primero de papá
y posteriormente de la nena fue impresionante por su serenidad y amor. Cuando
papá nos dejó ella gozaba de plena salud y estuvo a su lado hasta el final, y
cuando éste llegó se sintió feliz porque él ya había dejado de sufrir y disfrutaba
de Dios. Nos traslado su calma. La pérdida de la nena ya la pilló con el
comienzo de su deterioro físico, que nunca mental y su lucidez y fe volvió a
sorprendernos.
Finalmente Papá y la Nena se
la han llevado para que disfrute de su fe. Mamá ya no está físicamente aquí,
pero ahora vive en todos y cada uno, en sus hijos y en los que la conocieron.
Ahora la tenemos mas cerca que nunca; Mamá ya es inmortal.
Un abrazo emocionado, amigo mío.
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