Nunca... (10) Una "Serenata" trae el amor desde Zamora


Las llamadas a la FM para pedir algún disco eran constantes aunque de una parte importante de ellas surgía siempre algo mas. Si la interlocutora era amable, simpática y tenía una voz sugerente, la conversación se prolongaba. Por la experiencia acumulada sabíamos que ese tipo de voz, normalmente no conllevaba una mujer atractiva, y siempre estábamos a la defensiva, si bien es cierto que nos dejábamos llevar y se producía el encuentro. En ese aspecto éramos una especie de adelantados a la páginas web de contactos porque surgían habitualmente las citas a ciegas, aunque jugábamos con ventaja.

Advertíamos al conserje de turno o al policía de servicio, que iba a venir tal o cual chica y que nos avisara, saldríamos a verla unos instantes y si había buen feelin’ la pasaríamos al estudio. No lo hacíamos solo en función del aspecto, también influía la autoprotección ante las fans excesivamente efusivas que idealizaban al locutor preferido y podías llegar a sentirte acosado. Una de las primeras que conocí, y me enamoró, venía de Zamora de la mano de Neil Diamond.

Una tarde de mediados de noviembre de 1974, mientras realizaba mi turno de 19,30 a 22,00 se encendió la bombilla del teléfono. La voz del otro lado resultaba dulce, tímida y algo nerviosa. La interlocutora manifestaba su pasión por la música de Neil Diamond, conocía su obra completa, describía su admiración por el artista americano y por la belleza de la banda sonora de Jonathan Livingstone Seagull, y ya estaba informada sobre su nuevo trabajo, Serenade, dedicado a Harry W. Longfellow y Don Quijote, y su inminente visita.

La conversación fue animándonos y decidimos conocernos al día siguiente. Habíamos quedado a las 7 de la tarde en la radio y a esa hora exactamente vino al estudio Conchillo para decirme que la señorita May Gómez preguntaba por mi. Yo me encontraba en la FM con Javier repasando los discos ya emitidos para no repetirlos, salí al pasillo y allí me encontré a una mujer preciosa, de extraña belleza, ojos marrones grandes y expresivos, nariz pequeña y boca de labios perfectos pintados con un rojo fuerte que contrastaba con el blanco de su piel. Era de estatura mediana, morena de pelo ondulado que apenas llegaba a los hombros, llevaba un chaquetón de piel con el cuello subido y vaqueros azules. Al saludarnos me tendió la mano y nos sentamos en una de las antiguas butacas verdes del ya inexistente estudio 5 de programas “cara al público”, que se encontraban en el pasillo de la segunda planta.

Una fuerte carga de energía circulaba entre ambos, no sentíamos el paso del tiempo hablando de la música de nuestro ídolo; me contó que era de un pequeño pueblo de Zamora y que vivía con su hermana en Madrid mientras terminaba la carrera de filosofía. A las siete y media salió Javier del estudio y me preguntó si no iba a trabajar ese día. El tiempo nos había dejado colgados en la música de la gaviota. La pedí que me acompañara y lo hizo toda la tarde. A las 10 de la noche nos despedimos porque yo tenía que regresar al cuartel, pero nos volvimos a citar para el día siguiente.

Dos días mas tarde me llamó José Luis Gil, entonces jefe de internacional de CBS, y me preguntó si podía ir al día siguiente -27 de noviembre- a las 2 de la tarde al Hotel Villamagna en el Paseo de la castellana, para conocer a Neil Diamond e ir por la noche a cenar a Segovia con la plana mayor de la compañía discográfica, la radio y algunos artistas, con motivo de una cena homenaje que se iba a dar al artista neoyorkino en su visita promocional de Serenade a Madrid. Le dije que lamentablemente no podía ir a la cena porque no me daban permiso en el cuartel, pero que si estaría en el hotel.

Se lo dije a May y allí nos citamos a las dos menos cuarto. El capitán Díez del Corral se mostró comprensivo para autorizarme salir una hora antes de la Agrupación y me pidió que le llevara una copia de la foto. Cuando se lo dije a Javier se apuntó inmediatamente y quedó en venir a buscarme a la salida del cuartel en su “seiscientos” blanco. Cuando llegamos al hotel Gil nos estaba esperando en recepción. May ya había llegado, pero le dijo que ella no podía subir; Javier y yo intentamos mediar pero fue inflexible, era su acto mas importante con una estrella internacional de primera magnitud y no quería cometer ningún error, pero le dijo a May que la conseguiría un autógrafo con dedicatoria.

El autor, Neil Diamond y Javier Palomero
Al subir a la suite nos abrió su ayudante y tras las presentaciones, con la ayuda de José Luis y mi incipiente balbuceo de inglés, pudimos entendernos lo suficiente para explicarle mi uniforme y cómo compaginaba la mili con el trabajo. Se mostró interesado por nuestros gustos musicales y debo decir que me encontré ante un hombre que se expresaba de forma muy natural, muy próximo y con ganas de agradar. Nos contó que era la primera vez que venía a España, pero que siempre había mostrado interés por nuestra pintura, música y literatura y, claro nos habló de Picasso, del Guernica y de la obra de Cervantes. Preguntó por la situación política y el terrorismo. Nos dijo que si todo iba bien quería incluir a España en una de sus próximas giras por Europa.

Nos despedimos tras explicarle que no podría ir a cenar a Segovia y nos hicimos fotos, alguna de las cuales Pepe Domingo publico una semana mas tarde en su página musical de la revista Diez minutos. Esa tarde él iba a grabar a TVE su intervención en el programa  "Señoras y señores" que presentaba Fiorella Faltoyano y realizaba José Mª Quero.


Al bajar a recepción José Luis le entregó a una inquieta y nerviosa May la dedicatoria que Neil la había escrito. Nos despedimos de él y de Javier, y May y yo nos fuimos a comer cerca del hotel. Me preguntó por cada uno de los instantes del encuentro y notaba claramente su emoción. Esa tarde estaba extremadamente cariñosa y emotiva. Fuimos paseando hasta su casa, apenas hablábamos, nos mirábamos a los ojos y cada pocos pasos nos íbamos fundiendo en besos apasionados.

Con motivo de las fiestas de navidad volvió a Zamora. A medidos de enero retomó las clases en la Universidad de Salamanca y volvimos a vernos. Quedamos un fin de semana, cogí el tren a las siete y media de la tarde y dos horas después la encontré sentada en el banco de la estación. El abrazo no se terminó y cogidos de la cintura llegamos al piso que compartía con otros estudiantes. La pasión y el deseo nos impidió cenar. Pasamos la noche pegados en un abrazo inmenso y eterno.

A mediodía del domingo tenía que regresar a Madrid porque me esperaba un turno en la radio. La despedida en el andén con un pié en el estribo del tren y su mano soltándose suavemente me dejó su mirada y el aroma de su piel. La llamé al llegar a casa, pero me dijeron que había tenido que irse urgentemente a Zamora esa misma tarde. Al regresar se encontró con una serie de problemas familiares que la sumieron en una fuerte depresión de la que tardó tiempo en salir. No tenían teléfono y había que llamar a través de una operadora de la centralita de un estanco para que la avisaran, pero uno de los días la misma operadora me contó su estado y, tras varias intentos y cartas que no respondió, su ausencia se fue agrandando en mi interior hasta que, sin poder olvidarla nunca, aquél calor desapareció.

Volví a verla dos años mas tarde ya plenamente recuperada y con unas inmensas ganas de vivir, su pasión por la música de Neil Diamond seguía intacta, incluso creciendo. Nos amamos aquella noche apasionadamente, pero ya nada era igual. Aquella magia había desaparecido, pero aún hoy cuando la recuerdo siento su aroma, su mirada y su pasión dentro de mí. Siempre me acompañará aquél amor que en forma de 'Serenata' llegó desde Zamora. Cada vez que escucho Lady Magdalene May se hace presente. Nunca la olvidaré.

Continuará
Próximamente: De la traición del amigo al encuentro del hermano

Comentarios

  1. NEIL DIAMOND SIEMPRE HA SIDO Y ES UNA MARAVILLA ENORME. DA PAPAS CON ONDA A ARTISTILLAS COMO MADONNA (QUE VIVE DE LA IMAGEN MAS QUE DE LA MUSICA).

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