Nunca estuve... (1), El comienzo

Primera Parte (1973-1982)

La música


Aquí comienzan a fluir mis recuerdos, experiencias personales y profesionales. No irán llegando con una periodicidad concreta, pero si de forma habitual porque hay mucho material que ir rescatando y analizando. Es una forma de comprometerme con quien sigue el blog y conmigo mismo.
***
Estaba a punto de cerrar la maleta, daba el último repaso a lo necesario para los cuatro días de Semana Santa que iba a pasar en Tenerife y cuando cogí el billete de avión sonó el teléfono. La voz de Claudette estaba seca, rota y tras un carraspeo pude entender lo que no quería escuchar: “Juan, Mari ya no está… esta noche se nos ha ido…” 

Un escalofrío recorrió mi espalda. Yo sabía que se encontraba muy malita; ya en Navidad apenas pudimos hablar por teléfono, desearnos felicidades, etc. Le gustó el mensaje que le había enviado lleno de ternura aunque le aclaré que el texto no era mío, pero en su inmensa comprensión ella resaltó que lo importante era tener la sensibilidad para entenderlo y saber a quien se enviaba. Ya no volvimos a hablar.
Helado, confundido, incrédulo… no podía reaccionar. Nuestra Mari Trini había fallecido día anterior, 6 de abril. No recuerdo cuanto tiempo estuve sentado en el borde de la cama. En un momento determinado una fuerza interna e imposible de detener me llevó hasta la buhardilla, puse en el equipo aquel LP rupturista y novedoso “A mi aire”, y volví a escuchar la entrevista que le hice en la “Medianoche” de la Cadena Ser con motivo del lanzamiento de “El águila y el gorrión” y, ante el ordenador, una mano invisible me hizo poner el corazón en el teclado para no despedirme de ella.

Al acabar y casi sin repasar llamé a Vicente Jiménez, director adjunto de El País, y tras contarle como me sentía le envié la carta para que hiciera con ella lo que quisiera. En su inmensa generosidad al día siguiente el diario la publicó. Al mismo tiempo que volcaba mis sensaciones en el teclado, Zapatero hacía crisis de gobierno. Llamé a Mercedes y a Miguel Ángel para decirles que suspendía mi viaje; no tenia fuerzas ni ánimos para ir a Tenerife. Por la tarde fui a la radio y me entregué al trabajo con las entrevistas y comunicados diversos.

A partir de ese momento muchos acontecimientos empezaron a agolparse de forma precipitada porque un cierto caos y desbarajuste se había adueñado de la radio y del Grupo desde que Polanco había desaparecido. La casa que había conocido había empezado a desaparecer. Ya nada iba a ser igual. Era el principio del fin o como un alto directivo me decía recientemente se habían empezado a resquebrajar los pilares de lo conocido, era la caída del Imperio Romano, pero en este caso no por las hordas del norte si no por una voladura -¿incontrolada?- desde dentro.

El origen

Entre Otoño de 1972 e Invierno de 1973

Dehesa de la Villa (Madrid)
Los grises estaban apostados a caballo tras el Instituto de Radio y TV en la Dehesa de la Villa, que en aquellos años se había convertido temporalmente en Facultad de Ciencias de la Información mientras se construía el edificio definitivo. Su imagen resultaba muy impactante, con uniformes grises y cascos denominados antidisturbios, daban la impresión de estar a punto de ir a la guerra frente a unos estudiantes cuyo mayor equipaje armamentístico era la ideología, y algunas piedras para defendernos de las agresiones indiscriminadas que se producían al mínimo movimiento sospechoso por parte de las “fuerzas del orden” de aquellos años.

Resultaba inquietante la llegada a clase, porque el recorrido que había que hacer andando desde al final del Paraninfo, donde nos dejaba el autobús hasta el IRTV, al lado del Centro de Energía Nuclear Juan Vigón, era una zona “desprotegida” e intentábamos quedar después de comer en Moncloa para ir en pequeños grupos a clase. Los tres primeros meses del curso transcurrieron con cierta normalidad. Apenas tres o cuatro carreras, una entrada de los “grises” en el edificio, un par de reuniones asamblearias que solía coordinar Carlos Barrón para convocar alguna huelga en solidaridad con los compañeros de Medicina, Derecho o Filosofía y poco mas.

Esos primeros meses sirvieron para ir conociéndonos, hacer amigos, compartir trabajos de las diferentes asignaturas y disfrutar de tertulias y cenas alrededor de unas cañas por la zona de Princesa. En una de esas cenas comenté con Marisol Colmenero, Javier Palomero y J. Romualdo López la posibilidad de ir una noche a Radio Madrid para ver la realización de Hora XXV (entonces se escribía el título del programa en números romanos), el programa de cuestiones actuales que dirigía y presentaba Manuel Martín Ferrand.

Derribo del Diario Madrid
Para los aspirantes a periodistas de aquella segunda promoción de lo que iba a ser la Facultad de Ciencias de la Información, aquél programa de la Cadena Ser, como las revistas Triunfo, Gaceta Ilustrada, Hermano Lobo y los diarios Madrid e Informaciones, eran los únicos referentes en la inexistente libertad de expresión.  De hecho ninguno de esos medios convivió en el tiempo con los demás y sucumbieron finalmente, aunque alguno de ellos sobrevivieron al franquismo.

Las autoridades habían ordenado el cierre del Diario Madrid en 1968 durante cuatro meses por un artículo de su presidente, Rafael Calvo Serer -antiguo falangista- titulado “Retirarse a tiempo, No al General De Gaulle” en el que, con motivo de las manifestaciones del Mayo francés y  del posterior “No” al Presidente de la República en el referéndum del país vecino, se vio en él paralelismos con Franco. Tras diferentes apariciones y desapariciones, expedientes y demás, en 1971 Alfredo Sánchez Bella, que había sido subsecretario del Ministerio de Información y Turismo con Manuel Fraga, instigó un plan que consistía en que se cesara a su director, Antonio Fontán, y se le sustituyera por un conocido falangista, José María Alfaro, a cambio de que el periódico siguiera saliendo a la calle. La plantilla del diario se rebeló, el diario de la tarde no volvió a salir y el edificio acabó siendo derribado.

Edificio de Radio Madrid en los '70
coronado por La Unión y el Fénix
No nos pusimos de acuerdo en el momento adecuado para ir a la radio y tras las vacaciones de Navidad de 1972, y entre las clases de Teoría de la Información, Redacción I y Técnicas de la Documentación, en la que yo estaba haciendo un dossier sobre los secuestros aéreos, Romualdo y yo decidimos que no podíamos seguir soñando con el momento de ir a conocer a los periodistas que nos hacían soñar con nuestra profesión cada noche.

No recuerdo el motivo por el que Javier no nos acompañó aquella fría y seca tarde castellana de mediados del mes de enero de 1973 en la que dos osados estudiantes de primero de periodismo se presentaron en Avenida de José Antonio 32 y al conserje de la cabina del portal del edificio le dijimos que queríamos ver a Manolo Martín Ferrand. Nos contestó que no se encontraba en el edificio, pero que nos podía atender el subdirector de Hora XXV, Luis Rodríguez Olivares.



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