Nunca... (157) Antena divertida y gestión opaca

La espantá de Ferreras nos dejó tocados, pero la temporada que teníamos ante nosotros enseguida nos arrastró con el entusiasmo de Nacho Reglero al frente de Los 40 Principales donde había triunfado ese año la Lambada de Kaoma con su frenético y sensual vientre con vientre, la incorporación entre otros de José Javier Juan Cuevas y el dinamismo que ponía a las mañanas Carlos Flores. Además del seguimiento de la actualidad en Hoy por Hoy Valladolid, con la constante implicación de las redacciones de informativos y deportes, fuimos incorporando las denuncias de los oyentes, convirtiéndose en colaboradores necesarios y corresponsales con sus denuncias, sobre todo aquello que les afectaba en su comunidad, barrio o municipio. Esa complicidad se veía premiada con divertimentos y secciones para provocar una mayor -si cabía- participación de los oyentes en una programación plenamente interactiva.


Siempre me había llamado la atención que en Estados Unidos se pudiera llamar a las cabinas de teléfonos y le pregunté al delegado de Telefónica en Valladolid si sería posible hacer lo mismo en nuestro país. Me dijo que no todas las cabinas tenían un número de seis cifras asignado pero que me podía pasar un listado de todas ellas para realizar el juego.

Se trataba de llamar cada día en dos o tres ocasiones a una cabina diferente, contábamos con la sorpresa del usuario que en ese momento se encontrara dentro o la del viandante si escuchaba sonar uno de los teléfonos. Cada vez que alguien descolgara –algo no fácil precisamente- le avisábamos que estábamos en la antena de Radio Valladolid y le hacíamos una pregunta fácil para a continuación lograr un premio en metálico. Cada vez que no se descolgaba, o no se acertaba, el bote iba en aumento. Los usuarios que atendían la llamada se veían sorprendidos porque no se imaginaban que pudiera sonar el teléfono de una cabina o podían suponer que eran pruebas que realizaba un técnico de Telefónica. Nos pasamos una temporada 1989-90 muy divertida haciendo ganar mucho dinero que aportaba la radio y los patrocinadores a los que descolgaban.
La nueva forma de gestionar

El acceso de Silvio González a la gerencia de la Ser trajo un tiempo de introversión. El era un hombre eficaz, pero sin el carisma de Galdón o Planas. Se había hecho un hombre duro y desde su llegada al departamento financiero mostró su desconfianza e ironía mal expresada ante los directores de emisora por sistema hasta que se ganaban su confianza, algo que ponía muy difícil de conseguir. No sabía, ni pretendía ganarse a la gente, simplemente se fijaba en la gestión, los números y el resultado, necesitando cada año que las cifras superaran notablemente lo presupuestado. Era duro, eficaz y tenaz pero hacía muy difícil la relación. Sus compañeros de “gobierno” en el equipo de Galdón le consideraban todo lo contrario; amable, encantador y de trato fácil. Al margen de ellos nadie lo veía. Se relacionaba bien hacia arriba, con los directores se basada según el tamaño de la emisora, cuanto mas grande mas contacto. Valladolid era una de las 10 mas grandes de la cadena, pero la región estaba dominada por asociados a los prestaba mas atención tratándolas directamente y “puenteándome” como responsable regional al que no comentarme ninguno de los pasos o estrategias que tenía pensada obviando cualquier colaboración posible. El caso mas llamativo se produjo cuando eludió informarme del acuerdo y firma de la fusión por absorción de Radio Valladolid, emisora de la que yo era director.

Silvio González en los 90
La emisora era una sociedad anónima de la que la Ser tenía el 100% de las acciones por lo que era una emisora participada pero que tributaba a todos los efectos como tal sociedad. Una vez que se aprobaba el convenio colectivo de la Ser, Radio Valladolid S. A. los suscribía adhiriéndose al mismo y comunicándolo así a la Dirección Provincial de Trabajo. A finales de año se decidió realizar la fusión por absorción, y con tal motivo se celebró una reunión de Eugenio Galdón, como director general de la Ser, y Silvio González como gerente, en Segovia a la que invitaron a los directores de las emisoras asociadas a la que no asistimos ni el director de la emisora afectada ni ninguno de los responsables del resto de emisoras propias. Es más, ni siquiera se nos comunicó dicha reunión. Unos días después me desveló dicha reunión Olga Beberide, la directora-propietaria de Radio León mostrando su extrañeza por mi ausencia. Olga era amiga y desde el primer momento fue un apoyo muy importante en mi trabajo. Para proteger a Silvio y las decisiones de la dirección le dije que me había informado en su momento pero que al ser un acto meramente mercantil no era necesaria mi presencia. No era cierto.

Llamé al gerente para preguntarle cómo había ido la firma, pero me dijo que me lo explicaría mi amigo Javier Agustí, el director de Recursos Humanos. Nunca había sentido empatía con Silvio, pero cada vez que intentaba una aproximación la hacía mas desagradable, aunque podía superarse como demostraría unos meses mas tarde.

El último trimestre del año había puesto en marcha una serie de auditorias internas en las emisoras paralelamente a la que hacía Arthur Andersen. Envió a Valladolid a Belkis Núñez, una centroamericana encantadora que había trabajado a su lado en el departamento financiero. Durante una semana Belkis hizo un trabajo profundo y exhaustivo junto a Alejandro Tejerina enviándome unas semanas mas tarde, ya comenzado el nuevo año con una ligeras recomendaciones en el funcionamiento, pero felicitándonos por el trabajo que realizábamos.

Tras superar la auditoría y presentar un buen resultado de gestión y con un alto nivel de exigencia presupuestaria, arrancábamos el nuevo año con unas muy buenas y altas expectativas. Nada que pudiera hacer sospechar “la tormenta perfecta” que se avecinaba. Como decía mi querido Joaquín Luqui –aunque él lo hacía en otro sentido- “hacía buen tiempo en Castilla”, inmejorable diría yo, pero,… 

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