Nunca... (98) Simon y Garfunkel en Vallecas
Tras la propuesta de Guadalajara mantuve con Tomás algunas reuniones para perfilar el futuro de la noche, pero principalmente sobre la que sería mi nueva actividad a partir del otoño. Hablamos de programación y contenidos de la nueva emisora aunque forma somera. Sobre la noche estuvimos de acuerdo que la persona ideal para dirigir De la noche a la mañana sería Elicio Dómbriz, un hombre de fuerte personalidad, profunda voz y vasta cultura. Le gustaba la literatura y la música, principalmente ópera y en las entrevistas tenía la gran cualidad de saber escuchar al entrevistado para repreguntar, algo aparentemente sencillo pero que muy pocos sabían –y saben- hacer. Cholo Hurtado seguiría en el fin de semana y ambos contarían con el apoyo de Antonio Bravo.
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El 19 de septiembre de 1981 el dúo se reunía en el Central Park de Nueva York para dar un concierto ante medio millón de personas que se transmitió por la televisión de cable y se grabó en disco titulado The Central Park Concert. A raíz del éxito se programó una gira por Europa y Estados Unidos. Su ruptura no había sentado bien a sus seguidores y aunque, Paul en el música y, Artie en el cine, habían continuado con éxitos diversos –mas el primero que el segundo en su faceta cinematográfica- la realidad como grupo les superaba. En 1975 hubo una aproximación entre ellos a raíz de una convención de la CBS-Sony en la que la compañía sorprendió a la crítica e invitados con la apareción “por sorpresa” de la pareja para interpretar My little town. El tema lo incluyeron ambos en su siguiente disco, pero hubo que esperar seis años mas para que se produjera la reunión definitiva.
Paul y Artie se reunieron con Joaquín Luqui en Londres antes de venir a España para explicar el proceso de la reunión y el motivo de la gira. Ambos explicaron al periodista los motivos del desencuentro en una entrevista que publicó El Gran Musical a doble página en el número de Abril. Paul había echado en cara a Artie su entrega al cine y este se había molestado por la incomprensión de su compañero. En el periodo de ruptura Paul se había divorciado de Peggy Harper y Art de Linda Grossman, y la siguiente pareja de Garfunkel, Laurie Bird, se había suicidado. A comienzos de 1981 Paul estaba casado con Carrie Fisher y Art con Penny Marshall.
Así el 25 de mayo de 1982 Quedé con mi amigo y antiguo compañero en Radio Madrid FM antes de llamarse Los 40 Principales, Pablo Quintana y desde un lateral disfrutamos de uno de los mas bellos conciertos que vivimos, aunque a Julián Ruiz no le gustó. Joaquín se volcó con los “apóstoles de las canciones sobre la soledad y la incomunicación” resaltando la perfecta comunión entre el dúo, sus canciones y la audiencia volcada con ellos “Ni en el Central Park, que fue algo apabullante” escribió Joaquín.
Pablo y yo nos perdimos en el mundo de las emociones que relató Joaquín; desde Homeward bound, Scarborough fair, My Little town, Little Suzie, Kodachrome, 50 ways to leave your lover, Old firends, The Boxer, la imperecera Mrs. Robinson o la imborrable y eterna The sounds of silence. Como decía Joaquín en su crónica “en esas dos horas vivímos quince años de un pasado que había quedado definitivamente en un presente futuro para toda la vida”. Joaquín nos contó como vivieron esos días en Madrid, su visita al Museo del Prado y su interés por la pintura de Picasso, Velazquez y Goya. Grafunkel era un apasionado de la pintura y Simon un experto conocedor del negocio que se mueve alrededor del mundo del lienzo.
Julián Ruiz resaltó los aspectos meramente comerciales y crematísticos de la operación de su reencuentro y venida a España en un artículo en el que criticaba que solo se centraran en sus viejas canciones, el mal sonido del grupo, los 36 millones de pesetas que se llevaron y las mas de 40.000 personas que reunieron en el campo de Vallecas por una hora y cuarenta minutos, pero tampoco él se pudo sustraer a la emoción del concierto.
Para mí fue el comienzo de la mejor y mas emocionante despedida de la música en directo. A partir de ese momento los conciertos como espectador se irían produciendo como cuentagotas y empezaría a verlos y valorarlos desde detrás del escenario. Pero quedaba la apoteosis final.
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