Nunca... (85) Una noche cualquiera


El programa se había consolidado plenamente y cada semana se iban incorporando nuevas emisoras a cuya audiencia saludábamos a lo largo de la noche. Tras empezar con apenas cinco, al cabo de un año el programa lo emitían mas de una veintena, exceptuando las emisoras de Cataluña donde hacían programación propia; puedo decir con orgullo que, a pesar de como dicen alguno de mis amigos, nunca supe venderme -¿verdad Curro?-, entre Antonio José Alés y yo siempre superamos a Encarna de noche, aunque ese año le dieran a ella el Premio Ondas por su Encarna de noche.

En cada ocasión que había fiestas o actos populares en algún lugar de nuestra geografía íbamos incorporando adeptos a la causa de la noche como en el caso de los carnavales gaditanos transmitiendo los festivales de chirigotas y comparsas para sumarnos a su fiesta. En poco mas de un año rozábamos el medio millón de oyentes con esas mas de veinte emisoras.

La radio en el patio de butacas

Eso hizo que algunos medios de la prensa escrita, poco dada a hablar de la radio –ya entonces la ignoraba- se acercara a Radio Madrid para conocer lo que se estaba haciendo allí por la noche, y conocer al personaje que entretenía con música, llamadas y entrevistas a los que no dormían. Así fue como Ignacio Ruiz Quintano concertó conmigo una entrevista que publicaría en el diario ABC el 3 de enero de 1981.
 
Tras compararme con un discípulo de Kant “que nunca ha leído a Kant” –se atrevió a asegurar sin preguntármelo- y hacerme parecer un catedrático de Ética de la Universidad Libre de Berlín, hablamos sobre mi llegada a la radio, mis ídolos del medio, mi opinión sobre la audiencia nocturna, las “necesidades” de cada uno de los escuchantes, término que empecé a acuñar tras mi periodo en la noche porque aseguraba -y mantengo- que la noche no tiene oyentes, si no escuchantes que viven cada palabra, cada gesto y modulación de voz que sugieres o reproduces.

Le manifesté mi pudor y temor al mismo tiempo la noche que me atreví a pensar en cada uno de ellos de forma diferente y como grupo lo que me produjo un enorme pavor que me tuvo en silencio un buen rato. Era cierto, como escribía Ruiz Quintano, que tenía un “estilo confidencial” y “un par de meteduras de pata cada noche”, pero todo lo perdonaban unos escuchantes que se convertían en cómplices porque todos éramos navegantes del mar de la noche. Le reconocí que la hora crítica eran las cuatro de la madrugada -que bella palabra, como diría Melanie Safka- en la que la soledad se apoderaba de la noche; “hora del cansancio, del sueño, de la llamada del suicida” –y hubo varios- y otras “llamadas límite”.

Póker y 'cena' a las 5

Por suerte a partir de las cuatro y media cambiaba el panorama; los primeros meses, mientras emitía la hora y media que duraba la grabación de Extra-García, aprovechaba el silencio para dar una cabezada sentado en los cómodos sillones –que ya habían cambiado- de la segunda planta, y podía arrancar de forma mas amena y rítmica la última hora del programa de 6 a 7. Cuando empezó a tener vida la noche de la FM con La Gran Movida de Arriaza y Abellán los fines de semana, y posteriormente la emisión de El Flexo, aquello se animaba mas y aunque casi todos los equipos se marchaban alrededor de las 2 o 3 de la madrugada Toño Martín se quedaba para hacerme compañía y empezamos a montar “una peña” a la que se incorporaron los de informativos Ángel de la Vega y Javier Suárez, el recepcionista Pepe Balado y a ratos, para mirar, –creo que se llamaba así- Ángela, la señora de la limpieza.

Una mano para "envidar a la mesa"
"El cuerpo del delito"
Lo que empezó siendo una tertulia al cabo de unas semanas pasó a convertirse en una reunión de amigos jugando al póker con fichas de los Juegos Reunidos Geyper”, aunque no jugábamos dinero las considerábamos como tal. Ángel de la Vega y Toño eran los mas avispados y cuando tenían una buena mano llegaban a “envidar toda la mesa…” es decir apostaban por todo… Los viernes era el día grande. Ángela traía un pollo asado de su casa en una fiambrera que mantenía misteriosamente el calor y Toño aportaba lechuga, tomates, aceite y vinagre preparando en los lavabos una ensalada que le salía espectacular. Esa rato a partir de las cuatro y media de la madrugada llegó a ser un momento impagable de amistad y camaradería, porque a pesar del ambiente retratado en cada mano un miembro de la mesa se levantaba para dar un repaso a cada sección, y una vez acabada la “cena-timba” recogíamos todo y aquello quedaba impoluto.

Carmelo Encinas

Carmelo Encinas, unos años después
Un jovencísimo Carmelo Encinas que llegaba poco antes de las 6 de la mañana para preparar Matinal Ser, adelantaba la hora de llegada para, aun sin participar de la “peña” integrarse en el ambiente; “Que bien os lo pasáis, yo voy a pedir la noche”, decía sonriendo.

Carmelo había entrado en octubre de 1977 en la Ser el mismo día que la cadena se independizaba de los “Partes de RNE”. Procedía de Radio Cadena Española donde había trabajado en un informativo denominado Radio Cadena Actualidad, pero como todos los estudiantes de periodismo quería estar en la Ser, y como casi todos, con una carta o con la osadía del desconocimiento se presentó en la radio para trabajar.

Le recibió Antonio Calderón que le puso en manos de Rafael de la Torre, entonces responsable de Matinal SER, y de José Joaquín Iriarte con quien desarrollaría una larga actividad profesional durante muchos años. De hecho casi se puede decir, y así me lo confirmaba el propio Carmelo hace unos días reconociendo que Iriarte fue poco menos que su padrino, y el periodista navarro consideraba a Encinas como su “ahijado”.
***
La bomba

El clima político estaba muy enturbiado con las luchas internas en UCD, atentados de ETA, operaciones galaxia abortadas, etc. pero se habían superado situaciones mas graves. En cualquier caso siempre podía haber quien se aprovechara de momentos delicados, y los medios eran un buen escaparate para todo, incluso para insensatos. Un ejemplo fue la situación que vivimos una madrugada cuando, habiéndose marchado todos los colaboradores y miembros del resto de programas de la OM y de FM, alrededor de las 3, Pepe Balado me pasó una llamada de “alguien extraño”. Con una voz ronca amenazaba de la colocación de una bomba que iba a hacer explosión en una hora. En aquellos meses de crisis del partido que sustentaba al gobierno de Suárez que finalmente finalizaría con su dimisión, se producían constantes amenazas a los medios, pero esas llamadas siempre eran durante el día.

Hasta ese momento no habíamos recibido ninguna por la noche, pero tirando mano del protocolo inmediatamente llamamos a la policía, que envío un equipo con perros adiestrados que no detectaron nada tras un minucioso registro de las dos plantas de la radio, la segunda y la novena, y al jefe de emisiones.

Al comprobar la falsa alarma se marcharon y dejamos un parte de incidencias con lo sucedido. Al día siguiente comprobé que no le habían pasado a Tomas Martín Blanco, director de programas, la comunicación del aviso porque me llamó a casa extrañado preguntándome qué había sucedido para haber estado un buen rato escuchando el golpeteo de la aguja de un plato sobre el final de un disco y comprobar que nadie le cogía el teléfono en la radio. Le dije lo sucedido y que en ese momento estábamos todos en la calle esperando a que finalizara la inspección, que el jefe de emisiones tenía toda la información y que yo no tenía su número de teléfono.

En cualquier caso y a pesar de los acontecimientos que estábamos viviendo en aquellas semanas no podíamos imaginarnos que íbamos a ser testigos y protagonistas unas semanas mas tarde de la noche de los transistores.

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