Nunca... (14) La Voz y el Maestro, Paloma San Basilio y Raúl Matas
Aquella tarde de finales de febrero cuando llegué al estudio había un cierto revuelo. Estaba terminando su turno Javier, Luqui entraba para hacer su JL en FM, espacio de novedades y futuros éxitos, -"Será 3, 2 o1" era su frase preferida- acompañado de algunos promocioneros, Arturo acababa de cambiar los turnos de la FM y sentada a la izquierda del rak, donde estaban montados el Revox –hacía unos meses que ya habían retirado el magnetofón Phillips sin carcasa y “ojo mágico”-, las cartucheras y el panel de conexiones, estaba una criatura angelical, bellísima, de ojos azules, nariz pequeña y respingona, y melena trigueña que le caía por los hombros; llevaba un suéter de color marrón, vaqueros y botas de piel. Javier, volviéndose a ella le dijo; ahí le tienes, ese es Juan de Dios.
Le pregunté sobre el motivo de su visita, me dijo que quería conocerme, pero que no tenía prisa. Me preguntó si podía quedarse durante el turno para hablar mas tranquilamente o que podría regresar mas tarde, le contesté que la calma allí duraba poco y que esa tarde iba a ser un poco agitada porque Revert me había anunciado una entrevista con Paloma San Basilio. La invité a que se quedara; se llamaba como ella.
Admiraba a Paloma San Basilio desde que la vi por primera vez con Manuel Martín Ferrand y Joaquín Prat en el programa de TVE Siempre en domingo en 1972 y poseedora de una potentísima, limpia y vibrante voz, había irrumpido en el panorama de la música con una fuerza y estilos sorprendentes. Estaba en la línea de las mas grandes cantantes estándar americanas como Helen Reddy, Shirley Bassey o Dionne Warwick. Pero en ella había mucho mas; había estudiado filosofía, era una apasionada de la lectura y tenía facilidad de palabra, cultura y elegancia a la hora de manifestarse, caminar, conversar, vivir, en una palabra. Te hacía fácil el trato.
Santiago Sánchez fue quien la acompañó a la entrevista. Al entrar en el estudio saludó a Joaquín que ya se había despedido en antena, saludó con un gesto a la visita y cuando Santiago nos presentó nos dimos un par de besos y me agradeció las cosas que decía al presentar su disco. Lógicamente en la compañía la había informado sobre quien le iba a hacer la entrevista. Reconocí lo que me había gustado Sin saber porque y su versión de Feelings de Morris Abert que, en su versión española, se convirtió en Sombras.
Sin embargo yo le resalté la fuerza de la cara B del single, Him y que en aquellos momentos alternábamos con la cara A. Me reconoció que a ella también le gustaba y resaltó la producción de Oscar Gómez, un gran músico cubano que daría mucho que hablar, del que dentro de poco unas semanas escribiré y saldrá a partir de ahora en varias ocasiones.
Hizo muy fácil el encuentro e imagino que notaría mis nervios porque yo era un aprendiz del oficio –hoy becario- y solo recuerdo una conversación agradable, fluida y llena de amor por la música y el espectáculo. Hablamos de su forma de cantar, de la televisión de sus ídolos, Barbra Streisand y la comedia musical americana, Broadway, etc., por supuesto de Sombras y de la cara B de su disco, Him.
Hizo muy fácil el encuentro e imagino que notaría mis nervios porque yo era un aprendiz del oficio –hoy becario- y solo recuerdo una conversación agradable, fluida y llena de amor por la música y el espectáculo. Hablamos de su forma de cantar, de la televisión de sus ídolos, Barbra Streisand y la comedia musical americana, Broadway, etc., por supuesto de Sombras y de la cara B de su disco, Him.
Hizo que me sintiera tan cómodo y fue tan fácil la entrevista que pasó el tiempo en un suspiro. Al finalizar, y mientras sonada Sombras, se iluminó el piloto del teléfono, descolgué y la voz de una chica preguntaba “¿Don Juan de Dios Rodríguez, por favor…?” Si, soy yo –contesté- “Un momento le paso con el Señor Matas…”.
El chileno Raúl Matas, el maestro, hacía tiempo que había dejado la radio y la televisión. En 1958 había traído a la Ser su Discomanía, un programa-franquicia que nació en Chile en 1946 y se emitía también en Nueva York y Buenos Aires. En TVE presentó programas como Cancionero (1962-1964), Media hora con…” (1966), “Al compás de las estrellas” (1971) y “Buenas tardes” (1971-1973) y finalmente le habían ofrecido la dirección general de Hispavox. Cuando falleció en Diciembre de 2004 para mí fue un honor poder rendirle mi último homenaje “al maestro” gracias a la invitación de Consuelo Berlanga en su programa El punto Berlanga en Punto Radio.
El sábado 8 de enero de 2005 me encontraba con Angel Luis Yusta y Tania Ballester en el Teatro Príncipe de Madrid viendo la obra de teatro de Pablo Motos y Quique San Francisco Entre fuerte y flojo. Como estaba previsto recibí la llamada de Consuelo Berlanga para intervenir en su programa de Punto Radio, hoy ABC Punto Radio:
El maestro |
En ese momento sentí como el corazón se adueñaba de mi garganta, me bloqueaba y me impedía hablar. En alguna ocasión he dicho que mi amor por la radio, la música y sobre todo la radio musical se debe a la pasión el estilo y la forma que escuché en cuatro hombres imprescindibles en la historia de la radio y de la música; Ángel Álvarez, Miguel de los Santos, Pepe Palau y Raúl Matas. Es inimaginable e imposible contar aquí lo que pude sentir cuando escuche la suave voz de ese chileno universal, que solo tenía un defecto, ser amante del Barça…
Me elogió, me alabó de tal manera que yo creí estar viviendo un sueño; me sentía tocado por los dioses del olimpo musical: Estaba en la radio, haciendo lo que me gustaba, con una mujer de una cultura y conocimientos nada comunes y me llama uno de mis ídolos para decirme que hacía mucho tiempo que no escuchaba una conversación tan amena y profunda en la radio con una artista, me felicitó… ¿se podía pedir mas?
Al terminar de escuchar a mi maestro, al que había seguido en los primeros años 60 en Radio Madrid con su Discomanía, me pidió que le pasará con Paloma. Cuando colgó me dijo que también ella se iba feliz por la entrevista y ratificaba todo lo que Raúl había dicho porque se lo había repetido. Nos despedimos y entre ambos surgió una relación de amistad que poco después se encargaría de ahondar el propio Óscar Gómez.
En aquellos días él estaba trabajando con artistas que, al cabo de unas semanas o meses, iban a destacar como Ana y Johnny, otra pareja formidable y Laredo, un nuevo grupo que cantaban poemas de José Martí. Ellos solían verse en la zona de Magallanes y Quevedo; recuerdo unas deliciosas noches de primavera y verano de tertulia con ellos y Paloma hablando de música, escritores, filósofos, compositores, poetas… Su riqueza cultural, su facilidad de palabra, su conocimiento del mundo y la sociedad era tan amplio que estar con ella era un regalo para alguien como yo, un locutor de Los 40 que venía del mundo del teatro independiente.
Uno de los reencuentros con Paloma en una firma de discos en El Corte Inglés de Valladolid en 1988 |
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“La invitada” no había despegado sus hermosos labios en ningún momento. Incluso me olvidé de su presencia en el estudio y cuando Paloma y Santiago se marcharon me preguntó si podía sentarse en la otra esquina del estudio, frente a mi para verme trabajar. Me había olvidado completamente su presencia.
Me contó que había terminado el bachillerato, que vivía en Lavapiés, que estaba empezando a trabajar, que le gustaba le apasionaba la música y que, pese a ser algo tímida, tenía que decirme que le gustaba como presentaba los discos, mi voz y que estaba siempre pendiente de mis turnos para no perderse ninguno. Era la primera fan que me encontraba, pero hablando en ella pude comprobar que había algo mas que la simple atracción de una voz.
Al terminar el turno fuimos paseando hasta su casa. Cruzando la Puerta del Sol en animada conversación nuestras manos se rozaron produciéndose un silencio intenso. Ambos sentimos el mismo calambre y dejamos que las manos se acercaran de nuevo, se unieran y entrelazaran. Se acercó mas a mi y se dejó apoyar la cabeza bajo mi hombro. Tenía que estar en casa a las diez y media. A esa hora llegamos a la esquina de su calle me pidió despedirse allí no sin antes quedar para el día siguiente. Ese día yo saldría a las siete y media y me esperaría sentada en el poyete del escaparate de Los Certales en el portal de la radio.
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