Una noche de otoño (I)

La Isla

Ibiza de noche
En ocasiones la vida te hace un guiño, te da una señal o en el mejor de los casos directamente se encarga de cambiarte el rumbo. Entonces te llega el “Cuando”. Se aprovecha de tus amigos, familiares, conocidos o de cualquier circunstancia para ello. Por supuesto que influye la disposición para ver esas señales, porque no siempre tenemos los ojos abiertos para verlas o la mente está “entretenida” con aspectos menores y no las percibimos.

El 28 de marzo de 2005 se marchó Joaquín Luqui y con él perdí al confidente, al colega, al maestro, a mi amigo del alma, a mi otro yo…, pero me dejó sus enseñanzas, recuerdos, experiencias, confesiones y sueños compartidos. Algo que hizo que comprendiera mejor, y viera con “otros ojos”, las señales que la vida iba a darme a partir de aquel momento. Porque a partir de ahí mi vida giró en una nueva dirección.

Tenía que contarle a él las experiencias que viví entre octubre de 2005 y enero de 2007. Necesitaba volver a compartir con él desde el corazón, como había hecho siempre, todos los acontecimientos que se fueron agolpando en mi vida durante aquél periodo, pero en esta ocasión iba a ser diferente.

Hablándole desde lo mas hondo del corazón tenía que escribirle para volver a compartir con él las emociones y sentimientos en forma de cartas que le enviaba “realmente” a la protagonista de la historia para, en ese triángulo virtual, poder sacar de mi todo un caudal de sensaciones imposible de controlar y poder compartir entre los tres la felicidad en la que me había instalado.

Joaquín y yo compartíamos el determinismo, creíamos en el destino, al margen de tener que trabajarlo, y éramos conscientes –eso me lo repetía constantemente- de que llegaría el “cuando”. ¿Y que era el “cuando” y “cuando” iba a llegar? El me contestaba “el cuando” llega “cuando” tiene que llegar, simplemente hay que saber verlo.

Podíamos decir que la historia comenzó el 5 de octubre de 2005, aunque el relato y las cartas no empezaron a aparecer hasta la primera semana de marzo de 2006. Cada una de ellas arrancaba con un título, una introducción dirigida a la protagonista con un motivo o la letra de una canción y a continuación pasar a  contarle a mi amigo que…:


Un día de octubre
(O un estrambote mas largo que el soneto)

Domingo, 5 de marzo de 2006

Hola marinera:

Este es el relato del que te hablé sobre nuestro encuentro. Está escrito como si me dirigiera a Joaquín, que el próximo 28 de marzo hará un año que se fue. Con el tuve una amistad entrañable y compartí unos años maravillosos. A él le cuento mis sensaciones y emociones y nunca le olvidaré.

Lo he hecho así porque si el hubiera estado aquí habríamos tenido largas conversaciones sobre aquel día. Era mi amigo del alma, como tú dices, y nunca le olvidaré porque cada día que pasa le siento más cerca de mi.

* * *
Querido Joaquín:

Siempre compartimos confidencias, inquietudes y experiencias. Te echo tanto de menos… Cada día que pasa, ahora que se va a cumplir un año de tu marcha, se hace mas duro, pero te sigo sintiendo tan cerca como cuando podían pasar meses sin vernos, sin hablar, pero ambos sabíamos que nos teníamos el uno al otro. Recuerdo nuestras conversaciones por la Gran Vía, nuestras partidas en la máquina del “Viejo Pulcro”, nuestros viajes a conciertos, nuestras entrevistas a los más grandes músicos, las convenciones musicales…

Desde que te fuiste no me ha sucedido nada especial que contarte hasta el pasado mes de octubre. Pero ese mes fue diferente, definitivo, rotundo… No se lo que va a ser de mi en el futuro, pero algo es seguro; yo no seré el mismo ni nada será igual.

Necesito volver a disfrutar una vez más de nuestra amistad y contarte lo que viví hace cuatro meses. Fue así, o así lo recuerdo, y lo guardo para mi y, quizás algún día, para ella. Esta vez quiero contarte cómo he conocido a un ser maravilloso, como es, lo que me ha producido y lo que siento.

No sabía si ella creía en el poder de la imaginación o la fuerza de la mente. Tú sabes que en la radio una palabra tiene mas fuerza que mil imágenes. Tras conocerla intentaba imaginarla trabajando, en su ambiente, en su mundo, con su gente,… Pero sobre todo cómo deseaba la llegada del fin de semana para disfrutar de los amigos, las citas, reuniones, fiestas y tradiciones de su pueblo y su playa.

Pero sobre todo el aroma, color e intensidad del mar, de su bahía, su barca, sus rincones de pesca y sus lugares íntimos y no compartidos. Esos rincones donde se encontraba consigo misma, donde era ella en su total y auténtica dimensión como ser humano y mujer, y que a mi me mostró, pero eso querido amigo, eso, no lo conocerás por mi porque ella, y solo ella, muestra su mundo a elegidos y yo me sentí un privilegiado cuando me envió las fotos de esos lugares. Es de esos rincones que nunca reconocerás a no ser que la acompañes porque solo destellan cuando ella los habita. ¡Que maravillosa es la mente y la imaginación!

Lo que te cuento es la historia de un encuentro mágico vivido en las últimas horas del viernes 28 y primeros instantes del sábado 29 de octubre. No he mirado la conjunción de los astros, como te gustaba hacer a ti, ni se que planetas gobernaban el firmamento esa noche, pero si recuerdo que esa noche la luna era menguante y solo había un magnetismo maravilloso en la isla, ella.

El soneto

Creo que todo empezó el día de mi cumpleaños; ¿Recuerdas “West side story”? -cuántas veces vimos la vimos juntos!- ¿Recuerdas la secuencia en la que Tony le dice a Riff que siente algo especial en el aire, que siente que va a pasar algo, que se despierta por la noche y tiende la mano hacia algo invisible? Pues algo de eso sentí yo a media mañana del pasado 5 de octubre cuando una especie de relámpago de felicidad me inundó, me invadió y envié un sms general en el que decía a todos mis amigos “Es mi cumple (55) y me encanta”.

Pasaron los días sin que sucediera nada especial, pero todo salía perfecto; la reunión del jurado de los Ondas, los preparativos de la Asamblea Anual de la radio, el viaje a Ibiza, todo.

Pedro, Marisol y yo habíamos quedado a primera hora de la mañana del miércoles para viajar juntos. Desde la vieja Terminal 1 de Barajas vimos el otoñal amanecer de un día despejado. Al llegar y tras los preparativos de las reuniones fuimos a pasear. Hacía una noche espléndida, había magia y una hermosa sensación nos acompañó durante todo el recorrido por las murallas hasta que llegamos al restaurante.

Cena en Can Alfredo
Allí coincidimos con Gaspar, Manuel y sus esposas. Disfrutamos de una cena inolvidable servidos por un maitre muy “peculiar” y con el equipo del programa “¿Dónde estas corazón?” de vecinos de mesa.

Con motivo de nuestro viaje Jean Michel y Joana -¿Los recuerdas?- nos habían invitado a cenar en su restaurante en San José al día siguiente. Ese fue otro momento indescriptible porque no hay palabras para describirte las sensaciones embriagadoras que producían el aroma del “Galán de Noche” y el jazmín, la luz del lugar y el recibimiento que nos hicieron. En cualquier caso quédate con una sensación irrepetible que forma parte de esos momentos que la vida te regala y nunca olvidas.

Y llegó el viernes. Las sesiones se desarrollaron con normalidad. Por la tarde tenía cerradas dos entrevistas de Carles Francino con los medios ibicencos y eso nos hizo llegar tarde a la cena oficial con el President Matas. Carles iba de sport; le pregunté si no iba a cambiarse para la cena, me dijo que no y nos dirigimos al salón acompañados por Iñaki Gabilondo. Llegamos cuando todos estaban sentados esperando la señal para que los camareros comenzaran a servir la cena. Ellos fueron a la mesa de Matas y Polanco y yo…

Me iba a sentar en la mesa 12 aunque le había insistido a nuestra jefa de Relaciones Públicas que no me sentara según el protocolo porque quería estar con mi amigo Benja en las mesas que estaban sin numerar. A última hora tampoco me dejó libre y tuve que ir a su mesa con la “gente” del Consell de Mallorca.

No me había sentado aún cuando tuve que colocar al corresponsal de El País en la mesa del director de la Ser. Cuando volví, y tras sentarme, levanté la vista para saludar y, enfrente escoltada por dos miembros de seguridad a ambos lados, allí, en aquella mesa y frente a mi, la encontré.

(Continuará)

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