Valeriano Weyler, un Grande olvidado*

Ahora que la revisión histórica se hace desde los cánones del presente obviando épocas y circunstancias, como si la historia pudiera reinterpretarse por cada generación según gustos olvidando cómo era la sociedad en cada momento y los acontecimientos que la rodeaban quiero traer al blog a un personaje histórico, relevante, maltratado, brillante, demócrata y víctima de los vaivenes políticos, pero siempre entregado a la libertad y el orden constitucional. Tan odiado en Cuba como el duque de Alba en los Países Bajos, y ambos entregados a su país y sus demandas.

 

Hoy, 20 de octubre se cumplen 91 años del fallecimiento del capitán general Valeriano Weyler y Nicolau (Palma de Mallorca 1838—Madrid 1039), uno de los personajes más importantes, trascendentales y olvidados de nuestra historia. Su figura es mencionada únicamente, y rara vez, por su segunda estancia en Cuba y las tremendas y dolorosas decisiones militares que tuvo que tomar, similares a las ejecutadas anteriormente en la guerra de secesión norteamericana por ambos mandos. Tuvo el dudoso honor de ser víctima entre 1896 y 1897 de la primera campaña periodística de la historia que llevaron a cabo Joseph Pulitzer y William Hearts, creador éste de la prensa amarilla y de la calumnia rentable. Weyler fue a pesar de todo un hombre culto, un gran profesional y el único general español que en dos siglos aportó algo a la estrategia militar. Jamás se sublevó contra el orden institucional, algo que fue todo un mérito en esa trascendental época de la historia española. Tuvo una vida apasionante que transcurrió durante el reinado de Isabel II, la monarquía de Amadeo de Saboya, la primera República, la Restauración de Alfonso XII y el reinado de Alfonso XIII, incluyendo la dictadura de Primo de Rivera... Y siempre dejando de manifiesto su compromiso y carácter inquebrantable de lealtad al poder constituido y su talante en oposición al militarismo subversivo que atraviesa políticamente el siglo XIX y gran parte del XX en España.

Su abuelo había sido el primer Weyler que llegó a España procedente del Kurft, a orillas del Rhin formando parte de las Reales Guardias Walonas, reclutadas para defender los derechos de Felipe V en la guerra de Sucesión entre las casas de Borbón y de Austria y que mantuvieron los sucesivos Borbones hasta Carlos IV. Su padre Weyler Leiviña perteneció al mismo regimiento, luchando en la guerra del Rosellón, contra los franceses en la Guerra de la Independencia y prestó servicios en la colonia de Surinam. 


Valeriano Weyler y Nicolau entró con quince años en el Colegio Militar de Infantería. Con 18 se graduó de subteniente de Infantería. Su vida fue un constante ir y venir; Cuba, en dos ocasiones, Filipinas, Cataluña, Baleares, Canarias, Madrid, Burgos, Navarra y País Vasco… Siempre a favor de la ciudadanía como demostró en las dos ocasiones que tuvo que mostrar su posición: cuando se proclamó la primera República señaló que “Sólo cabe aceptarla, porque estando enfrente de una insurrección -se encontraba en su primer viaje a Cuba-, no podíamos ser también insurrectos”

 

En 1875 se casó con Teresa Santacana y Bargalló, con la que tuvo dos hijos Valeriano y Fernando. Fue senador por Canarias en varias legislaturas, defendió los intereses canarios y por ello diferentes localidades de la isla de Tenerife solicitaron a la Corona la concesión de un título que asociara su nombre al de la isla. La Reina Regente, María Cristina de Habsburgo y Lorena le concedió el título nobiliario de marqués de Tenerife y la Gran Cruz de Carlos III. El Consejo de ministros en enero de 1896 le nombró gobernador y Capitán general de Cuba, pero cuando parecía que Weyler podía terminar la guerra comenzaron en la península las dudas. No era la marcha de la guerra lo que más interesaba, sino la sangría de hombres y dinero, y el peligro de la intervención de los Estados Unidos, como así sucedió. Cuando Cánovas fue asesinado, Sagasta subió al poder y le cesó en sus cargos en Cuba, siendo incluso tentado con proposiciones golpistas, que como siempre rechazó. 

Alfonso XIII le nombró caballero de la Orden del Toisón de Oro. Fue jefe del Estado Mayor Central del Ejército en 1916, miembro de la Comisión encargada de estudiar la participación de España en la Sociedad de las Naciones y presidente del Consejo de Administración de la Caja de Huérfanos de Guerra. En 1920 recibió el título de duque de Rubí con Grandeza de España. Con ochenta y cinco años (1923) fue llamado de nuevo por el gobierno para ocuparse de los asuntos de Marruecos. Producido el golpe de Estado del general Primo de Rivera, su enfrentamiento al general le llevó a incorporarse al movimiento en su contra hasta ofrecer su casa de Marqués de Urquijo para celebrar reuniones de los conspiradores. Tomó parte activa en el complot llamado de “la noche de San Juan” y firmó un manifiesto dirigido a la Nación y al Ejército de Mar y Tierra que le costaría una multa el Consejo de ministros y ser procesado con otros militares y civiles. Weyler sería absuelto y siguió enfrentado con la dictadura. 

 

Weyler dispuso que al fallecer se le hiciera un entierro de tercera, se le pusiera en un féretro de pino, que no se nombrasen comisiones y que todo se efectuase en la intimidad familiar, con la exclusiva asistencia de sus hijos y nietos, sin honores militares ni civiles. Según sus propias palabras: “No he sido más que un soldado que no debe ningún ascenso a la política, que no lució nunca los cordones de ayudante, ni formó parte de la clientela de ningún general prestigioso”. 

Escribió varias obras, entre las que destacan "Memoria justificativa de las operaciones en Valencia, Aragón y Cataluña" (Palma de Mallorca, 1875), "Mi mando en Cuba" (Madrid, 1910), y "Valor de la Historia en el arte militar" y el discurso de recepción en la Real Academia de la Historia, publicado en Madrid en 1925. En 1946 su nieto Valeriano Weyler y López de Puga escribió su biografía titulada “En el archivo de mi abuelo”. Un ejemplar se lo dedicó a mi padre, amigos desde la infancia. Y con sus hijos pasé día muy felices de juegos infantiles en la casa de Marqués de Urquijo allá por los años 50.


*Aunque este blog está dedicado principalmente a la radio y la música, en ocasiones no me he resistido a acercarme a algunos personajes de la historia como la princesa de Éboli o los trabajos de historiador Manuel Fernández ´Álvarez sobre las Casas de los Trastámara y los Austrias.

Comentarios

  1. ¡Magnífico artículo! Acabo de descubrirlo. Se ajusta perfectamente a la verdad en lo relativo a Weyler en Cuba. Las calumnias y mentiras norteamericanas sobre el Ejército de España, y en particular sobre Weyler, hicieron mella en ciertos políticos en Madrid y se rindieron ante el imperio emergente. Se ha demostrado que el asesinato de Cánovas fue propiciado por la Junta Revolucionaria cubana, sufragada por Washington. Intentaron matar a Weyler en La Habana y, como fracasaron, elevaron el tiro. Pobre España. Y seguimos sin aprender. Muy bien el título de su artículo: Un GRANDE soldado y español... casi olvidado.


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