Nunca... (136) La herencia recibida

Aún no había comenzado la campaña electoral, pero ya estábamos sumidos en los preparativos de los debates y entrevistas a los candidatos de las elecciones autonómicas y municipales que coordinaban Carlos Blanco y Goyo Martínez. Mi proceso de presentaciones a los medios, agencias, anunciantes y políticos ya había terminado, habíamos cerrado los acuerdos de la cadena regional y el área administrativa que dependía de Alejandro Tejerina estaba en manos de un hombre que trabajaba con rigor y cumpliendo celosamente las instrucciones de Madrid y su director. De ahí que uno de los días que estábamos estudiando las cuentas, ingresos y gastos de la emisora me preguntó si yo iba a mantener las mismas condiciones y relación de gastos que mi antecesor. Le pregunté a qué se refería y me lo explicó mostrándome algunas facturas y recibos que históricamente Machado había estado pasando a la emisora como gastos fijos de representación. En esa relación figuraban facturas del Club de Campo La Galera, R. A. C. E., revisiones de su coche y el de su mujer, una línea microfónica con su domicilio, etc.

Me quedé sorprendido y muy extrañado porque en los años que llevaba como director en ningún momento me habían ofrecido, ni invitado a pasar dichos gastos ni otros parecidos, incluso hablando en diversas reuniones con otros directores, aunque todos éramos muy celosos de nuestras condiciones, nunca se había comentado nada parecido. Le pedí que me diera toda la documentación que poseyera para estudiarla. Una vez visto el dossier llamé a Jorge Planas para comentarle lo que me había enseñado Alejandro. Le envié por fax alguna de esas facturas y finalmente me pidió que le enviara una carta en la que le resumiera brevemente lo que me había encontrado con fotocopia de todas las facturas que poseyéramos.

Copia de la carta enviada a la dirección general
Inicié una investigación entre las personas mas próximas al director en el área de gestión, Pilar Raymundo y Fernando Valles, responsables de publicidad y comercial por si ellos tenían mas información que el propio Tejerina, incluso el “modus operandi” de la emisora antes de la llegada del actual administrador. Ambos reconocieron estar sorprendidos, pero que a ellos se les escapaba el tipo de contrato o condiciones profesionales que Machado tenía establecidas con la dirección general. El caso resultó mas extraño aún cuando un día Tejerina se encontró sobre la mesa de su despacho una carta de Fontán, el anterior director general, en la que autorizaba todos y cada uno de los gastos porque no constaba ningún documento de ese tipo en el archivo. No hubo manera de averiguar quien podría haber dejado dicha carta sobre su mesa aunque las sospechas empezaron a recaer sobre Valles aunque no teníamos pruebas para acusarle, solamente indicios. Ahora entendía lo que me había encontrado en Móstoles.

Finalizando el mes de junio me llamó Javier Agustí, director de Recursos Humanos, para que fuera a verle. La Ser había despedido a Fernando Machado, que en ese momento era director de Ser Guadalajara. Esas facturas “supuestamente autorizadas” por Fontán habían aparecido al mismo tiempo que él con tres miembros de la emisora alcarreña, Pedro Madrid, Nuria Navarrete y José Miguel Blas, habían constituido una sociedad mercantil denominada Radio Estudio con el objeto de pujar por emisoras de FM que el gobierno iba a sacar a concurso, sin haberlo consultado con la Ser y con la intención de especular con ellas. Mi decepción fue inmensa porque precisamente fue en Pedro en quien primero había confiado como mi delegado en Móstoles el año anterior, puesto al que renunció al cabo de unas semanas por "temor el poder", cuando realmente lo que deseaba era estar cerca de Nuria, su chica.

Para poder obtener una mejor cobertura y presencia en los concursos de emisoras la gerencia de la Ser y la dirección de Expansión, que ya dirigía Sergio González, se coordinaban con los propietarios de las diferentes emisoras asociadas para obtener licencias en los poblaciones o zonas a las que no llegaba la cadena, aunque habitualmente la Ser no era “afortunada” en dichos concursos como veremos en el transcurso de este blog mas adelante. Cada gobierno que sacaba un plan de emisoras, al margen de su sesgo político, facilitaba la aparición de nuevas cadenas mientras que a la Ser, y en menos medida la Cope, apenas si les daba alguna migaja. Así surgieron cadenas como Antena 3, Radio 80, Radio Blanca, que mas tarde se fusionaría con la Once creando Onda Cero, etc. 

Se trataba por tanto de un acto de deslealtad, principalmente siendo director, es decir, hombre de plena confianza de la dirección general en una provincia, en este caso Guadalajara. La decisión del despido se tomó al aparecer en apenas un mes ambos casos por lo que la dirección de la Ser despidió a Fernando Machado de la organización por deslealtad y falta de confianza sin mas indemnización que el finiquito correspondiente por lo que él, a su vez, interpuso una demanda por despido improcedente que se vería en los juzgados de Guadalajara. A partir de ese momento, además de las auditorías internas un tanto superficiales, se puso en marcha un control interno mas exhaustivo encargando el externo a Arthur Andersen. A pesar del trabajo del abogado Federico Sánchez Cánovas, su demanda prosperó obteniendo la consiguiente indemnización por despido, regresó a Valladolid, de la sociedad creada no volvió a saberse mas y sus otros socios tuvieron que dejar la radio. Todo aquello me creo una enorme decepción que hizo que me planteara seguir en Valladolid y en la gestión radiofónica. Así se lo comenté en diferentes conversaciones a Javier Agustí. Me sentía decepcionado con lo que me había encontrado, las tensiones políticas creadas durante la campaña electoral y el estado del padre de Paloma, entre otras cosas, hizo que pensara seriamente si había acertado al aceptar la oferta de ir a Valladolid. El verano fue tranquilo empezando a conocer a los vecinos de El Pichón y disfrutando de sus instalaciones mientras a las niñas se las veía felices, pero el otoño se avecinaba verdaderamente duro. Añoraba la radio musical. Por fortuna tenía en Javier y Jorge a dos buenos amigos dispuestos a escuchar y a apoyarnos tanto en lo profesional como en lo personal.
Duero a la izquierda, Pisuerga a la derecha; 
un escondite de paz

Para comienzos de 1988 estaba anunciada la llegada de El Corte Inglés a Valladolid y Jorge nos organizó una comida al lado de el Atrio de Santiago a Paloma y a mi con Ángel Barutel, ya entonces uno de los máximos dirigentes de la empresa de Ramón Areces e Isidoro Álvarez, con Juan Ramón Jiménez y José Antonio Lobato, director y jefe de relaciones públicas respectivamente del futuro centro comercial en la capital castellano-leonesa. Paloma empezaría a colaborar con ellos en el arranque del periplo vallisoletano del mayor centro comercial del país. Era reconfortante.

Mientras sobre Madrid se cernían grandes tormentas y cambios. Llegaba la segunda parte de la revolución en la nueva empresa de Prisa. Finalmente era mejor y mas seguro, a pesar de todo lo que pudiera aparecer, estar al resguardo del Pisuerga, y allí en el rincón donde vierte sus agujas el río que baña la Tierra de Campos al Padre Duero que glosara Gerardo Diego en un bello romance iba a resguardarme.

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