Nunca... (108) Celia y la inspección

En el descanso de la eliminatoria de semifinales de la recién estrenada Copa de la Liga que estaban disputando el Real Madrid y el Real Zaragoza aquél 22 de junio de 1983 mi padre me comentó: “¿Te imaginas que te avisaran ahora para que acudas a la zona de vestuario de jugadores?”. A ese lugar remitían por los altavoces en el Estadio Santiago Bernabeu a los espectadores cuando se había recibido un aviso en el club de un familiar por algún hecho urgente; Le contesté: “No creo porque a Paloma le faltan quince días para salir de cuentas”. El partido se alargó porque ambos equipos empataron la eliminatoria; el Zaragoza había vencido en la Romareda por 5-3 y el Real le devolvió el mismo resultado en el Bernabeu. Tras una prórroga sin goles pasó a la final el equipo merengue. Era aproximadamente la 1 de la madrugada cuando llegué a casa.

Al escuchar el ascensor Paloma abrió la puerta y medio encorvada me dijo “Acabo de romper aguas”. Teníamos todo preparado desde hacía varias semanas, concretamente desde abril, por si los acontecimientos podían adelantarse aunque  los doctores del Instituto Ginecológico estaban convencidos de que el parto llegaría a su término. Cogimos el maletín preparado y salimos en dirección a la Maternidad de Santa Cristina de la calle O’Donnell de Madrid. Aparqué en la misma puerta, avisaron al doctor Martínez Salmeán y tras una primera observación vieron que el parto duraría alrededor de 6 horas.

A las 6,30 de la mañana entramos en el quirófano, el doctor Martínez Salmeán, la comadrona, un par de enfermeras y yo. Ver nacer a un ser humano es un momento indescriptible, pero si además se trata de tu primer hijo las emociones se multiplican. Al menos yo nunca he encontrado palabras para describir todo lo que sentía, experimentaba y de lo que estaba siendo testigo. Hubo momentos en los que el asombro superaba a lo que podía sentir por mi mujer asistiendo al momento de ver como Celia era extraída de su madre. Cuando a las 7 de la mañana el doctor dijo “Paloma, es una niña, ella dio un grito enorme “¡No puede ser…, mi padre!”. Tras la ecografía del quinto mes nos dijeron que parecía un varón, aunque nunca nos lo puedieron confirmar rotundamente.

Se la pusieron sobre el pecho y tras unos instantes, la hicieron el test de Apgar, la pesaron -2,650 kgrs.-, asearon y trasladaron a madre e hija a la habitación. Tras casi cinco años nacía nuestra primera hija. Enseguida entraron en la habitación sus padres, Carmen y Ramón, y los míos. A lo largo de la mañana pasaron el resto de hermanos. Al día siguiente fui al registro, el nombre Celia.

Paloma y yo habíamos sido asiduos lectores –ella mas que yo- de los cuentos de Elena Fortún, la creadora del personaje que hizo vivir mil y una aventuras a todo un tipo de familia de la posguerra a través de la “diablilla” niña de los rizos de oro, su hermano Cuchifritín o su primo Paquito: Celia lo que dice, Celia en el colegio, Celia novelista, Celia en el mundo, Celia y sus amigos, Celia madrecita, Cuchifritín, el hermano de Celia, Las travesuras de Matonkiki, etc.

Una semana después el Madrid perdía la primera Copa de la Liga ante el F. C. Barcelona que se había clasificado eliminando al Atlético de Madrid por un global de 5-3 (1-0 y 5-2). Cuando a medio día fui a comer a casa de mis padres en Doctor Esquerdo vi que no había cerrado el coche la noche anterior.

Tras unos primeros días en nuestra casa de Isla Cristina, con la ayuda de Carmen, su madre, la mía y Rocío, que, no se separaban de Paloma para ayudarla en todo lo que necesitara, nos trasladamos al chalet de los padres de Paloma en Fuente del Fresno y allí pasamos el verano viéndola ganar peso siguiendo las indicaciones del doctor Ángel Castilla, uno de los mejores pediatras que había tratado a Paloma y a todos sus hermanos. No noc cansábamos de mirarla, y efectivamente pude comprobar en inumerabñles ocasiones el escalofrío que recorre todo tu cuerpo cuando con sus manitas te coge uno dedo…

La inspección de la radio

Tras las elecciones y toma de posesión de los elegidos en sus respectivos puestos de concejales, diputados regionales o provinciales, Guadalajara entró en una cierta atonía solo interrumpida por los preparativos de las fiestas de Septiembre. Poco antes de las elecciones habíamos tenido que pasar la prueba de inspección de los equipos de la emisora por parte de los técnicos del Ministerio de Telecomunicaciones. Una mañana me llamó Domingo Pasarón, subdirector técnico de la Ser, para decirme que se iban a presentar en la emisora miembros del ministerio para comprobar que todo estaba en orden y se emitía según los parámetros de la concesión, es decir potencia radiante aparente, real, mástil, balizaje, etc. sin confirmar el día pero que avisarían con 24 horas.

Con el fin de cubrir una mayor zona, y para poder competir con los privilegios de potencia y radioenlaces que tenía RNE, todas las emisoras privadas emitíamos realmente con el doble, el triple y hasta el cuádruple de potencia permitida. Radio Guadalajara, de la Rueda de Emisoras Rato, se había instalado en El Clavín, una zona residencial de chalets que dominaba la capital de la provincia 300 metros por encima de la ciudad, y había aumentado su potencia a 1000 watios cuando la concesión era de 250. Ser Guadalajara tenía el equipo emisor en la misma ciudad y para compensar la perdida de altitud con la competencia habíamos aumentado también nuestra potencia, pero ellos abarcaban mas territorio. Una vez que conocimos la fecha de la inspección hubo que bajar la señal a los parámetros de la concesión.

Pasarón nos envió personal técnico de alta frecuencia para poner el emisor en consonancia con la legalidad para poder pasar la prueba y evitar sanciones si bien al día siguiente pondríamos el equipo en la situación anterior, es decir para volver a emitir a 1 Kwa. Llegaron los técnicos del Ministerio, uno de ellos era Luis del Amo, que precisamente vivía en Guadalajara, revisaron las instalaciones y dieron el visto bueno no sin antes advertirnos que sabían, y habían detectado, nuestra ilegalidad desde los equipos del Ministerio, por lo que podrían sancionarnos si volvíamos a aumentar la potencia. Como eran conscientes de la situación de todas la emisoras del país finalmente sancionaban según denuncias de terceros. Les invitamos a desayunar en el Café Ballesteros y se fueron a ver la emisora de Rato. El mismo Ramón Rato en persona les iba a recibir y se los llevó a comer.

Como ellos mismo se temían al día siguiente ambas emisoras volvíamos a la situación anterior, pero yo no estaba conforme con la diferencia de altura que había entre la antena de la emisora de Rato, que llegaba a escucharse en la zona oeste de Madrid, y Ser Guadalajara, que difícilmente llegaba a San Fernando de Henares, por lo que tomaría medidas drásticas que serían vitales para el futuro de la emisora y nos llevarían a un enfrentamiento con la Cope del entonces su director general, Eugenio Galdón, pero lo mas importante que teníamos entre manos ese verano eran los preparativos de la cobertura de los actos de las fiestas de Guadalajara. ¡Ya había pasado un año desde mi llegada!

Comentarios

Entradas populares