Nunca... (106) La II Feria Apícola, Pastrana y la Princesa

Dedicado a Íker, Carmen y Nacho que, como yo, aman a Doña Ana

José Luis Herguedas me llamó por teléfono para contarme los pormenores de la Feria Apícola de Castilla-La Mancha -ahora Feria Apícola Internacional-, que iba a celebrar su segunda edición a finales de Mayo en Pastrana, capital de la miel alcarreña, y quería que Ser Guadalajara estuviera presente los cuatro días del certamen con un stand para cubrir los diferentes actos, conferencias y exposiciones que se iban a celebrar en la Villa Ducal. Le pedí que al margen de ir a cubrir la rueda de prensa que viniera a la emisora para hablar sobre el evento y la situación del sector apícola en la región y en nuestro país.

José Luis Herguedas de Miguel era el responsable de la organización de la Feria en la que participaban además de la Junta –aún sin transferencias- y la Delegación del Ministerio de Agricultura de la que él era un alto funcionario. Compaginaba su trabajo con el amor a la radio como colaborador de RNE enviando sus crónicas sobre la actualidad guadalajareña para el informativo territorial de la radio pública. En la entrevista que le realicé junto a Vicenta Cobo nos contó los pormenores de la Feria, el espacio que iba a ocupar en el Convento de San Francisco, la situación de la apicultura en Guadalajara, la participación de algunas Comunidades Autónomas y la presencia de varios países. Realmente en su segunda edición empezaba a ser una feria de prestigio. La rueda de prensa y presentación de la segunda edición de la Feria iba a tener lugar en Pastrana para lo cual se organizó un viaje a la localidad con el fin de recorrer los lugares señalados y girar una visita turística a la capital de los Mendoza.

El día señalado fue una mañana fría y soleada del mes de abril y, repartidos en diferentes coches, Olga y yo fuimos con el resto de compañeros de la prensa a la sede de la feria. Tras un largo y sinuoso recorrido, primero por la carretera de Sacedón, pronto giramos por carreteras en muy mal estado pasando por Horche, Armuña de Tajuña, y la estación de seguimiento espacial de Telefónica, Hueva, dejando Tendilla y Moratilla de los Meleros a la izquierda, en dirección a nuestra meta. La ciudad de la que había oído hablar estudiando historia y la época de los Austrias Mayores se nos abría finalmente colgada a ambos lados de un barranco como la canción de Serrat.

Palacio Ducal (*)
Era un pequeño bosque de piedra colgado entre dos gargantas coronadas por los conventos de San José y San Francisco y la Ermita del Sagrado Corazón de María mientras en frente se abría el Convento del Carmen. Dejé que Olga siguiera con los entresijos de la Feria mientras yo me empapaba del aroma de las piedras de Castilla y sentía, percibía, una presencia apasionada que no me resultaba desconocida. Cuando, tras abandonar las casi ruinas del Convento de San Francisco donde se iba a celebrar la exposición bajamos en compañía del alcalde de la villa, Antonio Alegre, hacía la Plaza de la Hora, y entendí al viajero Camilo José Cela en su –primer- Viaje a la Alcarria sintiendo como propias sus palabras ora grabadas en la plaza: A la mañana siguiente cuando el viajero se asomó a la Plaza de la Hora y entró de verdad y para su uso en Pastrana, la primera sensación que tuvo fue la de encontrarse con una ciudad medieval, en una gran ciudad medieval…” y yo añadiría, si ánimo de corregir al Nobel de Literatura, “que respira historia por los cuatro costados”, mejor dicho, por tres, porque la Plaza de la Hora está abierta en su frente sur hacia el Tajo.

El Palacio Ducal se encontraba abandonado, cerrado a cal y canto porque la administración central, tras un abandono de mas de cien años no había hecho ninguna inversión en la casa de los Mendoza, y la reciente democracia tenía otras urgencias, pero el alcalde, el prior de la Colegiata y el guía del Museo nos llevaron al lugar que me dejó huella de aquél viaje. Tras un rápido recorrido por la iglesia nos llevó a la sacristía y de ahí al Museo Parroquial instalado en lo que fue la sala capitular de la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción, rodeada de una impresionante colección de tapices góticos que recrean la conquista de las plazas del norte de África por parte de las tropas del Alfonso V de Portugal. Recorrer esa estancia, ver las casullas y elementos de la liturgia de mas de cuatrocientos años era revivir la historia, pero aún había dos momentos mas intensos por vivir.

Doña Ana de Mendoza
Al fondo de la sala tras abrir una enorme puerta de madera aparecía ante nuestros ojos el Catafalco de los Mendoza de negro y oro rodeado por unos inmensos cirios. No podíamos hablar, la sala te enmudecía. Tras unos minutos de silencioso respeto el guía nos invitó a que le siguiéramos. Abrió, esta vez una puerta mas pequeña, y nos invitó a seguirla bajando por unas estrechas escaleras que llevaban a la cripta. Allí abajo, sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, por un momento quedé inmóvil, era como si una fuerza excepcional me envolviera con un abrazo imposible de rechazar… ante nosotros se presentaba la tumba que guarda los restos de Doña Ana de Mendoza y La Cerda, Princesa de Éboli por su matrimonio con Ruy Gómez, una de las mas grandes, misteriosas e intrigantes mujeres que ha dado la historia de nuestro país y una mujer adelantada a su tiempo.

Aquella fuerte sensación vuelve a mi cuando algo o alguien me recuerda a Ana de Mendoza. Desde entonces he leído todo lo que ha podido caer en mis manos sobre aquella mujer; las obras de Don Manuel Fernández Álvarez, Nacho Ares, Almudena de Arteaga, Geoffrey Parker, María Teresa Álvarez, Henry Kamen, Hugh Thomas, etc. y he compartido momentos maravillosos con Íker Jiménez y Carmen Porter hablando de uno de nuestrospersonajes preferidos y sobre el que realizaron un reportaje especial en Cuarto Milenio cuando Antonio del Real realizó la película La Conjura de El Escorial con Julia Ormond, o escuchando una deliciosa tertulia-entrevista que Marta González Novo realizó en La Ventana del Verano en la Ser con Alfonso Guerra y el propio Manuel Fernández Álvarez sobre Ana de Mendoza con motivo de la última biografía que el catedrático salmantino había realizado sobre la Princesa de Éboli, una mujer maltratada por su Rey y por la historia.

Nos quedamos a comer en Pastrana en el convento de las monjas una sopa castellana y un asado, pero las conversaciones con José Luis Herguedas, Olga, Santi Barra, de Flores y Abejas o con Salvador Embid, de Nueva Alcarria solo versaron sobre la Princesa, su vida y sus relaciones con Santa Teresa, Felipe II y Antonio Pérez. De vuelta a la radio le encargué a Olga que cubriera los actos de la feria que se celebraría a finales de Mayo con la ayuda técnica Toño y Pedro.

Aquél día me enamoré de un personaje histórico al que he seguido de cerca y todos los años en primavera oigo como su voz me llama y vuelvo a Pastrana, recorro sus calles, entro en su Palacio Ducal, ya rehabilitado, aunque no a mi gusto, subo a su estancia en la que estuvo aislada los últimos años de su vida y me asomo a “su balcón” de la Hora.


Vista panorámica de Pastrana

* Fotos web www.pastrana.org

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