De Alicante a Galicia, y Laguardia

La víspera del viaje era sábado y antes de abandonar durante diez días el temporal hogar del Mediterráneo el viajero se despidió de sus amigos disfrutando de un increíblemente delicioso refresco de horchata con helado de chocolate con una gotas de whisky. A media mañana del domingo ponía rumbo a la capital haciendo una primera parada en La Roda para disfrutar del famoso pepito de ternera de Casa Juanito y los “Miguelitos” típicos del lugar. Tras un domingo familiar el lunes a primera hora continuaba su ruta hacía la tierra de Rosalía de Castro, pero dispuesto a disfrutar de algunos lugares y parajes como Medina del Campo, Tordesillas o Villafranca del Bierzo. Había llamado a la chica de Espinareda para preguntarle por los sitios mas recomendables para comer en el Bierzo, pero finalmente decidió compartir con ella y su familia en su momento esos lugares gastronómicos.


Al llegar a Medina el viajero subió hasta el Castillo de La Mota donde la Reina Isabel respiró por última vez el aire de su amada Castlla, y tras rodear el emplazamiento y revivir mentalmente días históricos y hazañas de mas de 500 años siguió recorrido hasta Tordesillas. No para seguir los pasos de la mencionada reina sino para volver a disfrutar de la belleza del transcurso del Duero bajo el Monasterio de Santa Clara (Clarisas) junto a una vigilante cigüeña.


La siguiente parada tendría lugar en la Hacienda de La Bañeza para, tras degustar el menú del día, continuar hacia el Bierzo y en el Parador de Villafranca disfrutar del café que me sirvió una amable camarera de aspecto abuelita buena de los cuentos y pasear sus calles ante un imponente castillo.


Al llegar a Lugo al viajero le hubiera gustado recorrer parte de la vieja muralla romana, pero se tuvo que contentar con rodearla desde el vehículo y continuar ruta hasta Mesoiro -pronunciado por Siri con acento gallego- en A Coruña donde su hija, su pareja y Harpo, un feliz y juguetón labrador, iban a recibirle con una impresionante puesta de sol.


Martes en “El fin del mundo”

Al día siguiente empezaban las excursiones; unas previstas y otras improvisadas. El primer destino sería Finisterre, quería ver cómo se encontraba Muxía en A Costa Da Morte 13 años después del destrozo que causó el hundimiento del Prestige.


El cementerio de los ingleses

Pero el lugar que mas me impactó ese primer día en Coruña fue el denominado Cementerio de los Ingleses en Camariñas. Cuenta la historia que en 1890 ante esta costa naufragó el mercante británico HMS Serpent que habiendo salido de Plymouth el 8 de Noviembre en dirección a Sierra leona con la intención de hacer escala en Madeira, el barco colisionó con una roca a 600 metros de la costa. Lo que al principio creyeron que era un golpe de mar se convirtió en el final del viaje para 173 marineros que perdieron la vida; solo tres se salvaron a pesar de los denodados intentos de los vecinos gallegos para salvar a la mayor cantidad de ellos. Se instaló un cementerio en el mismo lugar que hoy recuerda el naufragio y la colaboración de los vecinos de Camariñas y el resto de pueblos de la zona.



Los montoncitos de piedras son pequeños altares que habitualmente se vuelven a colocar cuando baja la marea. ese día se podían ver restos de las hogueras de la noche de San Juan. Al regreso a casa nos esperaba un piscolabis mientras comentábamos las incidencias del viaje como los “eternos 4 kilómetros que hay que hacer sobre un camino de tierra y piedras hasta llegar al denominado cementerio.

Miércoles 13; Santiago y el Botafumeiro

El miércoles estaba reservado para Santiago de Compostela. No recuerdo alguna ocasión que haya visitado la capital gallega en la que no haya volado el Botafumeiro, y esta ocasión no iba a ser una excepción. Tras recorres sus calles una vez mas y perderme entre peregrinos, vecinos, paseantes y turistas, entré en la catedral; era mediodía y hora reservada para homenajear a quienes habían superado el reto del camino y concretamente a un par de ciudadanos de Rusía y Ucrania que ante el Apóstol habían decidido hermanarse intercambiando sus banderas. Y el Botafumeiro voló…



Jueves 14; La gaviota hambrienta de Viveiro, Cedeira y Ares

El jueves 14 tocaba el norte de la provincia. El viajero recordaba su primer viaje acompañado por una colega y compañera de trabajo por lugares como Cedeira, y quería regresar. Primero Viveiro, a continuación Cedeira y finalmente uno de los lugares mas sorprendentes de Galicia por el nivel de sus mansiones, Ares aunque inmortalizaría los restos de su muralla. La sorpresa del viaje la iba a protagonizar una gaviota que en Viveiro se posó sobre la mesa de al lado y decidió degustar las sardinas de la zona ante unos atónitos turistas.



Viernes 15, Navegando por Coruña

El viernes de nuevo en solitario había que pasear por las calles de Coruña, volver al fuerte de San Antón, visitar la Plaza de Carlos I y el monumento a Sir John Moore. Desde esta zona del puerto partió el Rey de las Españas para coronarse Emperador en Bolonia. Durante el paseo por el puerto el viajero admiró la belleza de un velero inglés, el "Pelikan of London", le fotografió desde distintas posiciones y al intentar rodearlo se encontró con que se organizaban paseos por la ría en una embarcación típica de puerto. Sin pensarlo dos veces, tras comer en el Tequeño, un lugar altamente recomendable en la Plaza de María Pita. El viajero embarcó.



Sábado 16, Romería de San Viño de Seira

Unas semanas antes de emprender el viaje Fernando Castaño, un viejo amigo de mas de cuarenta años del viajero, sabedor de su viaje a tierras gallegas le propuso acompañar a la Cofradía de San Viño en su recorrido entre la taberna O Pemento hasta la Casa do Bispo de Seira. Fernando me contó que hacía mas de diez años que habían creado junto a su hermano Pepe Domingo, Juan O Pemento y varios amigos la famosa Carballeira. Allí acudió el viajero en compañía de su hija y su pareja para  disfrutar de una experiencia única que encerraba una sorpresa: ser invitados a transportar al “Santo” durante parte del recorrido que junto a la “Dama” en sus respectivas tronas mientras se bailaba al son de los gaiteiros… Tras ello llegaba una importante comida en la que el viajero se encontró con un gran degustador de las costumbres gallegas, y la música; Moncho Lemos.
Fernando Castaño y el viajero


El domingo descansó el viajero.

Lunes 18, Cambados

El último día en las tierras gallegas  el viajero tenía una cita en Cambados con Lucía Pérez, su madre, Chema Purón y Gloria, su mujer, para disfrutar de una vieja y consolidada amistad. Esa noche la cantante de O Incio (Lugo) actuaba dentro del programa de fiestas de la tierra de la Condesa de Pardo Bazán, pero el viajero al emprender su viaje de regreso a primera hora del día siguiente no pudo quedarse a presenciar el concierto. Hubo tiempo de adquirir botellas de Alvariño y orujo de hierbas.


Lucía Pérez brinda con un Alvariño
Martes 19, Logroño

Cada día tenía su afán o instantes de excitación; al emprender la vuelta a la costa este de la península el viajero se mostraba excitado por su paso por La Rioja, tierra de la que se siente enamorado y de su capital, en la que le gusta perderse callejeando y disfrutando de los regalos que para el paladar ofrece la calle del Laurel y concretamente el pincho de champiñón con gamba al ajillo y un vino que ofrece el Bar Ángel.

Logroño

En el Bar Ángel ante las expertas del pincho
La visita a la capital de La Rioja se debía a la intención del viajero de citarse en Laguardia (Álava) con la historia y la literatura recorriendo uno de los escenarios de dos de los personajes de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, Fernando Calpena y Demetria de Castro.

Miércoles 20, Laguardia

Sin palabras. Así se quedó el viajero según se iba a cercando a la ciudad que subida a una colina domina la vega del Ebro a su paso por una de las comarcas mas célebres del vino. Laguardia es una simbiosis de Castilla y el País Vasco, es una mezcla de historia y presente. El cerebro y la memoria se enriquecen a través de la vista viviendo, imaginando y sintiendo la historia a través de mil y una batallas desde la época de la llamada reconquistas hasta las guerras carlistas. Y sobre todo el viajero se sentía orgullosos de cómo se había sabido cuidar y mantener la villa, una auténtica joya arquitectónica.

  

El recorrido callejero duró y duró. El viajero no quería marcharse, pero se prometió a sí mismo volver cual peregrino enamorado. Si el viajero se había vuelto a enamorar, esta vez de una villa encantadora…


El Regreso


Ya no había vista para el resto del recorrido y el viajero lo hizo de forma seguida, únicamente se detenía para hacer aradas técnicas de avituallamiento o repostaje. Seducido no tenía ojos para nada mas. Solo la carretera.

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