Revolución o catarsis

Juan José Aguirre en Bangassou


El Constitucional, el aborto, el estatut, la crisis,… son algunos ejemplos de los problemas que preocupan a nuestros representantes, mientras en la calle el ciudadano se muestra perplejo por lo alejada que está la política española de los ciudadanos. Mientras los partidos se lanzan sus consignas unos a otros sobre la cara de oyentes, espectadores o lectores, y practican su intolerancia y ambición de poder, su falta de apoyo al que gobierna, y la ausencia de mano tendida a la oposición –aunque se diga lo contrario-, hacen que el ciudadano se quede estupefacto y siga caminando a un paso diferente que sus representantes.

Eso en España, pero en nuestra “aldea común” vemos como se echa a gitanos en Francia, la crisis cada día es mas global, y no solo económica, la guerra contra los talibanes en Afganistán, las inundaciones en China y Pakistán, el abandono del indecentemente llamado “Tercer Mundo”, la guerra –que no conflicto- entre Palestina e Israel, la piratería del Indico, la permisividad de la existencia de los “Señores” –que eufemismo”- de la guerra, el tráfico de droga, etc. son los temas acuciantes a nivel mundial y miramos a nuestro alrededor buscando referentes y líderes entregados a resolver los problemas.

El ciudadano de hoy necesita un tipo de líder comprometido con el mundo real, con las necesidades de hoy; necesita referentes intelectuales, preparados, al día de las tecnologías, los movimientos sociales y las ONG’s, comprometidos de verdad con el medio ambiente y la justicia social, y con fuerza moral y política para hacer ver al mundo empresarial, financiero y sindical de lo alejados que están de la realidad, y eso el ciudadano no lo ve, perdón, yo no lo veo.

Desde hace algún tiempo escritores, intelectuales, filósofos, gentes de la cultura en general, vienen anunciando que la situación que vive la sociedad actual no es tolerable, la crisis no es solo económica, es social, de valores, pero no valores morales religiosos, no, de valores democráticos, de valores solidarios, de justicia en el mas amplio sentido, de compromiso con el ser humano y con lo que de verdad le preocupa e interesa.

Es inmoral ver como se hace gala de beneficios cuando se atenta contra el planeta y no se atiende las necesidades básicas del ser humano. Me escandaliza los anuncios de los beneficios astronómicos mientras el planeta pasa hambre, se seca y sus habitantes padecen necesidad; me escandaliza la riqueza de las iglesias y sus dirigentes, al tiempo que me emociona la entrega de las gentes de base comprometidas con el ser humano.

Tras la edición del Telediario de mediodía, que por cierto presenta de forma impecable Susana Roza, del 23 de agosto, TVE ha emitido un reportaje de Alicia G. Montano para Informe semanal sobre el trabajo que esté realizando el obispo español Juan José Aguirre en la diócesis de Bangassou, en la República Centroafricana, el quinto país mas pobre del mundo, con una inmensa riqueza que explotan las empresas extranjeras, y ver ese tipo de compromiso y entrega emociona y escandaliza a partes iguales.

La sociedad de hoy evoluciona a tal velocidad que las respuestas que en siglos pasados se iban dando a los conflictos ya no sirven. No se puede responder a los retos del siglo XXI; internet, comunicaciones, relaciones sociales y humanas, avances tecnológicos, inmediatez, etc. con las respuestas de la revolución industrial de los siglos XVIII y XIX. Son imprescindible los representantes de los trabajadores y ciudadanos, pero no con las estructuras y funcionamientos actuales. Tienen que evolucionar y cambiar para adaptarse al ritmo de los tiempos y estar pegados a la calle.

El alejamiento de las monarquías y las clases dirigentes  -políticas y financieras de la época- les estalló la revolución social que dio lugar a la sociedad del siglo XX y en la actualidad nadie mira para atrás, nadie lee la historia real, no la que nos cuentan los políticos por resaltar el nacionalismo localista en la que parece que cada región surgió de la nada y jamás se relacionó con nadie, en la que los mares y los ríos locales son propiedad únicamente de las tierras que bañan, sino en la auténtica que cuentan –y no interpretan- los historiadores.

De esa forma nos daríamos cuenta de lo unidos que estamos todos, de lo necesario que resulta que nos apoyemos entre todas las naciones, pueblos, mujeres y hombres de todo tipo y condición para evitar que, como hace unos días vaticinaba Stephen Hawkins, este planeta pueda sobrevivir al mayor depredador de la tierra, el hombre.

Creo que si los dirigentes, no solo de este país, sino del mundo no perciben la rapidez de los cambios y adaptan las estructuras sociales, empresariales y financieras a las necesidades de los ciudadanos estaremos ante, no ya una nueva revolución sino una auténtica catarsis interpretada como dice la Real Academia Española en su tercera acepciónPurificación, liberación o transformación interior suscitados por una experiencia vital profunda”.

¿Nos estallará una revolución en las manos o es la hora de la catarsis y empezar a trabajar a pasos agigantados por un mundo nuevo y por lo tanto diferente?

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Comentarios

  1. Bueno... la revolución del siglo XXI... no se me viene a la cabeza como "revolución". En el mundo desarrollado estamos no sólo aparentemente cómodos sino además entretenidos con mil estímulos superfluos. Incluso en plena crisis, quitando casos extremos que no son pocos, "la nave va". No sólo eso, sino que el sistema está tan bien encajado, es un círculo tan bien trazado, comenzado y finalizado para volver a comenzar sutilmente, que es muy difícil prescindir de él, cambiarlo o modificarlo. Los que lo trazan lo hacen a imagen y semejanza de sus ambiciones, no hay cambio posible, tan sólo disimulo.

    Estoy casi segura de que la revolución de este siglo no vendrá del primer mundo. Para qué. Por lógica, eso nos lleva al tercer mundo, donde las revoluciones que movilizan a personas incómodas con su contexto. Se han visto algunos cambios en América Latina (y no comento discrepancias, porque cualquier revolución de la historia ha tenido una utopía perfecta y un sistema de actuación injusto), o revoluciones más violentas que se niegan a occidente (por ejemplo, ahora asusta que los talibanes ayuden en Pakistán, pero occidente no es capaz de recaudar ni la mitad de la ayuda necesaria... y luego nos echaremos las manos a la cabeza diciendo que por qué la población de Pakistán está del lado de los que les han salvado la vida).

    ¿Y el resto? Al resto les pasa casi como en el primer mundo. Estan anestesiados, pero no por el engranaje neocapitalista y la sociedad de bienestar, sino por el hambre, las guerras y la pobreza. Cuando esos 3 peces gordos son tus gobernantes es imposible revolucionarte: la revolución está en uno mismo tratando de sobrevivir.

    ¿Pero sabes? El truco está en el equilibrio. En sistemas que mejoran o empeoran y en las personas mejores o peores que nos rodean a pequeña escala. No es maniqueismo, es la fricción de la vida, el motor principal de la acción y la chispa. La piedra blanca y la piedra negra que dan el fuego. Mientras queden voces críticas y creativas que lleven la pequeña revolución individual a las personas, o buena gente que haga lo que esté al alcance de su mano con el de al lado, el sentido todavía no está perdido frente a las piedras oscuras.

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