Joaquín Luqui "4ever"


Tenía 14 años cuando la que se convertiría en su banda del alma publicó su primer sencillo “Love me do”. Escuchaba a Raúl Matas, Pepe Palau, Tomás Martín Blanco y Ángel Álvarez. Eso le llevaría a la emisora de su tierra (entonces Radio Requeté, hoy Radio Pamplona) donde Don Goyo le enseñaría el oficio de radiofonista y los recursos del medio para mejor comunicar su amor por la música. Con 18 años encontró la horma de su zapato al nacer Los 40 Principales. En 1969 se entregaba en cerpo y alma, como en todo lo que hacía, a la experiencia de Disco Exprés, la primera publicación musical en Navarra, tras colaborar en El Pensamiento Navarro. Dos años mas tardé extendió su aventura en las ondas en Madrid cuando el propio Martín Blanco, Revert y Mariano de la Banda se fijaron en el chico navarro de gafas de concha incorporándole a la redacción de El Gran Musical.
Le conocí cuatro años mas tarde, en 1973. El impacto fue trascendental para mi carrera y nuestra amistad cómplice. Si Pepe Domingo fue mi padrino, Joaquín se convirtió en mi hermano. Fue un sábado de febrero. Manuel Martín Ferrand, director de Tele 7, nos había encargado a un par de estudiantes de periodismo realizar un reportaje sobre los profesionales de la radio que triunfaban en TVE, Pepe Domingo Castaño y Joaquín Prat. La mejor forma de coincidir con ellos era asistir a la realización del programa sobre las votaciones para el nº 1 de Los 40 Principales que se realizaban en todas las emisoras de la Cadena Ser cada sábado.
El ya consagrado como uno de los grandes prescriptores de la música de nuestro país tenía varias apariciones a lo largo del programa para presentar las novedades de la semana y vaticinas que sería "3, 2 o 1". La primera impresión fue como él mismo era, diferente, especial, propia de su personalidad. Estábamos sentados a la derecha de la mesa gris del estudio 6 de la segunda planta de Radio Madrid, Pepe Domingo gastó una broma sobre su carácter y el simplemente agachó la cabeza con un leve gesto, media sonrisa y nos dio la mano cerrada –solo los dedos- como solía hacer la primera vez que le presentaban a alguien. Se interesó por nuestro trabajo, alabó a Martín Ferrand, hizo su espacio y salió como había llegado discretamente, no sin antes de traspasar el cortinón y la doble puerta que daba al pasillo de los estudios de continuidad, volverse y, tras hacer otro leve movimiento de cabeza, desaparecer camino de su ‘mesa’ para dejar los discos y bajar a la misa de la iglesia de San Martín de Tours en la calle Desengaño 26. Ya no llevaba gafas, se empezaban a insinuar canas en sus largas patillas, el pelo revuelto y largo como siempre pero mas ensortijado.
A partir de ese día nació una amistad que se extendió durante 32 años que ni siquiera su muerte pudo romper. Hoy, 14 años después Joaquín Luqui sigue vivo dentro de todos los que le conocimos y cuida de nosotros desde dónde esté.

“JL 4ever”.



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