Una noche de otoño (Epílogo)
El final es la historia
Querido Joaquín:
¿Qué tal estás? Perdona que abra esta última carta haciendo una pregunta tan tópica en este mundo terrenal, pero no se me ocurre otra forma de saludarte, aunque imagino que estarás “infinita y eternamente feliz”.
Pero ha llegado el final, este final. El final que se ha producido desde el principio y en cada carta, porque la historia es el final y el final es la propia historia sin fin.
Hace tanto tiempo que “no hablamos…” Es posible que te sorprenda esta nueva carta sobre la Marinera porque no te hablaba de ella desde hace cinco años, pero quería contarte y compartir contigo una época de mi vida muy especial, y no quería terminar este recuerdo sin volver a escribirte para hacerte partícipe de mis agradecimientos.
Hace tanto tiempo que “no hablamos…” Es posible que te sorprenda esta nueva carta sobre la Marinera porque no te hablaba de ella desde hace cinco años, pero quería contarte y compartir contigo una época de mi vida muy especial, y no quería terminar este recuerdo sin volver a escribirte para hacerte partícipe de mis agradecimientos.
Como sabes no todos los momentos sucedieron como están descritos con el propósito de preservar conversaciones y situaciones que corresponden a la intimidad de las personas. No hay exageraciones en lo contado, pero si me he permitido algunas licencias –digamos- creativas. Esos catorce meses que tan bien conoces fueron de una enorme intensidad y que, como sabes, sirvieron para dar un nuevo giro y sentido a mi vida que aún continua.
Además de los protagonistas de esta historia también la vivieron -y padecieron- según iba transcurriendo, Hélène, auténtica confidente y quien se encargaba de tirar de la nube para que tuviera los pies mas cerca del suelo. Nunca le agradeceré lo suficiente la paciencia que tuvo, y el tiempo que me dedicó para escuchar y soportar mis ilusiones de maduro adolescente.
Benja, mi amigo del alma, indignado e insurgente –como él me llama-, al que le agradezco la sabiduría de sus consejos, su compañía y el apoyo en los momentos mas duros. El fue un pilar fundamental en un momento muy delicado y ahora, que tenemos tiempo los dos, disfrutamos de la amistad, de su “terreta” y de los mejores arroces.
Laura Sánchez es un amor de mujer, una tarraconense a la que quiero con todo mi corazón y con la que he compartido ilusiones, trabajo, emociones y complicidades. El amor la ha maltratado en varias ocasiones y está en deuda con ella. Sé que la vida la compensará pronto con creces y siempre me va a tener a su lado.
Silvina, mi adorada argentina encontrada en Madrid con la que he compartido canciones, amistades, rupturas, separaciones simultáneas y a Cristina, una “brujita” buena y encantadora, empeñada en que deje volar a mi espíritu.
Raquel Gómez, actriz, modelo y excepcional artista, tanto de ballet como de danza española, que entró con tal fuerza en mi vida que se ha convertido casi en mi mismo, y es desde entonces una fuente de inspiración. ¿Sabes? Solo ella me ha acompañado a Pastrana… (¡)
Myriam, un gran amor que rompí hace demasiado tiempo y que aún sigue en mi vida como una excepcional amiga, aunque nos veamos muy de tarde en tarde.
Carlos Mateo me cogió en un momento muy delicado y me hizo ver que los mas ínfimos y pequeños momentos de la vida hay que saber disfrutarlos y paladearlos como inmensos e infinitos.
Javier Balaguer, enorme director de cine que lo demostró en Solo mía, se convirtió en un gran amigo en el rodaje de Escuela de seducción y me emocionó con Oriundos de la noche, el docudrama sobre los asesinatos de las hermanas Mirabal bajo la dictadura de Leónidas Trujillo en la República Dominicana y con el que comparto mi amor por Altea.
Marisol, “mi jefa de prensa”, junto a Elena y Nuria, compañeras de trabajo, por su cariño, complicidad y comprensión en mis mas exaltados estados de ánimo.
Antonio San José, excepcional periodista y apasionado de la música, al que le debo mi nueva vida y con el que coincidimos aquellos años de innumerables viajes de concierto en concierto. Nunca le estaré suficientemente agradecido.
Antonio San José, excepcional periodista y apasionado de la música, al que le debo mi nueva vida y con el que coincidimos aquellos años de innumerables viajes de concierto en concierto. Nunca le estaré suficientemente agradecido.
Chema, mi hermano, del que no tengo palabras para agradecer todo lo que ha hecho, y sigue haciendo, por mi. Artista y creador constante e infatigable con una fuerza, ánimo y convicción que hace que todo lo que se propone llegue a buen puerto, y tan insensato como para atreverse a poner música a mis delirios en uno de los momentos mas importantes de mi vida.
Dejo para el final, como siempre, lo principal; Merche, que desde hace un año y medio es depositaria de mis ilusiones, sueños y alegrías y, que -como sabes- se encuentra sumida en un pozo profundo y oscuro al que le arrojaron el acoso, el abuso de poder y el mobbing, y del que espero, deseo e intento que falte poco para que salga. Aún no te he hablado de ella, pero no es necesario porque sé que tú me la enviaste y la quiero con todo mi corazón.
Sabía que cuando te marchaste no me dejabas solo compañero, hermano; en mi interior sentía la misma paz y felicidad que compartíamos en el “Viejo pulcro” de Desengaño, en viajes, compartiendo confidencias en la redacción de El Gran Musical, en programas de Los 40 Principales o cuando te insistía en preguntar sobre el “cuando”. Por eso sé que te quedaste en todos y cada uno de ellos.
En varias ocasiones me han dicho que escribiera la historia, que la convirtiera en una novela, en un guión, y que le pusiera un final. ¿Un final? La vida solo tiene un final cuando se acaba, mientras tanto hay episodios, capítulos, encuentros y olvidos, pero lo que se vive, o se ha vivido intensamente, no tiene final porque renace cada vez que lo recuerdas.
El principio y el final están en la misma historia porque como he dicho siempre, conocerla me hizo feliz. Me hace feliz, saber que existe, que está en su “roqueta”, que viaja con frecuencia a su otra isla amada, también por ti, Manhattan -que casualidad-, que es feliz en su barca, llenándose los ojos de la belleza de su inmenso mar, con la casa que se está haciendo… Saber todo eso de Ella me hace sentir privilegiado por haberla conocido.
Hace unos días me decía que la valoraba demasiado y la tenía en un pedestal. Es posible que lo hagamos con las personas que nos importan, por nosotros mismos, por la energía que nos emiten o porque nos han marcado totalmente. Lo que importa es lo que proyectan sobre nosotros y la Marinera me dio la felicidad y me hizo sentir vivo de nuevo.
Como sabes las cartas originales -que te enviaba a ti- están en su poder. Lo que he ido contando es basicamente lo esencial pero respetando todo aquello en los que su intimidad no se viera alterada, de ahí -incluso- que no haya publicado su foto. Lo que aparece en el blog lo he ido adaptando después de que ella recibiera el original para dar su aprobación. Realmente me volvió a sorprender con su generosidad porque, tras pedirle autorización para utilizarlas como relato, me contestó que no tenía que hacerlo porque esas cartas eran tan suyas como mías, y tuyas, Joaquín, de los tres.
Cada 28 de octubre vuelvo a recordar aquel encuentro, pero este año sentí la necesidad de trasladarlo definitivamente al ciber-papel para compartirlo. Su presencia regresó, si bien nunca se había marchado.
La vida cada día te presenta algo nuevo e irrepetible. De todas esos momentos sacamos experiencias y riquezas y, esta historia, como todas, finalizará el día que ambos nos reunamos contigo allí donde estés. Mientras tanto mi ilusión por la vida, mi pasión por el amor, o -como dice Hélène-, mi estado de enamoramiento, me acompañará siempre porque no hay nada mas hermoso que la ilusión del amor…
Querido Joaquín te envío un fuerte abrazo y cuida de todos nosotros.
Johnny
PD: Disculpa, ha sonado el teléfono… Voy al aeropuerto…
* * *
A Celia y Elena, mis hijas. Ellas son lo mejor de mi vida, y ahora están enamoradas.
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